Me contaba hace poco un amigo poeta que estando meditando en el campo, adonde acude con cierta frecuencia para encontrarse a sí mismo, según él, veía que un campesino cercano a sus paseos le miraba siempre con cierta curiosidad. El bardo ilustre, tratando de entablar conversación, se le acercó sin disimulo y con su poética perorata le explicó al asombrado y rústico hombre más o menos esto: "Cómo de hermosos eran los áureos dedos del alba en aquel lugar al extenderse veloces por el horizonte, y qué bellas las alargadas nubes del atardecer retrasando la llegada de la trémula luna, y cuánta emoción disfrutar de las hermosas flores manchadas de escarlata flotando como cisnes en las verdosas aguas del estanque y amparadas por la majestuosidad de un cielo cargado de sueños..." Y así una larga retahíla de imágenes que no escapaban a sus goces ni a su visión de romántico trovador. Al preguntarle al labriego, que no cerraba la boca ante tan fascinante interlocutor, que si veía tal espectáculo con frecuencia, éste le replicó convencido de su sincera respuesta: "No señor, por lo menos últimamente no, porque hace ya más de un año que dejé el ron y el carajillo de la mañana". Durante varios minutos el vate permaneció callado, creyendo que el lugareño le estaba tomando el pelo, pero pronto cayó en la cuenta de que aquel hombre no estaba abierto al conocimiento del romanticismo que le rodeaba diariamente y que su cerebro, o quizá su espíritu, se empleaba en cosas más prácticas al continuar respondiéndole: "Pero con estos días tan soleados mis vacas dan más leche y las gallinas me ponen más huevos". No era tonto. Sencillamente observaba la vida desde otra corriente, con los pies en el suelo y sin dejar por ello de expresar su emoción.

Y es que todos y cada uno de nosotros somos un mundo distinto de emociones y la sensibilidad, el sentimentalismo, la emotividad no son igual de perceptibles en cada individuo, gracias a Dios, ya que el sello personal de cada cual, su distintiva naturaleza hace que este mundo sea cautivante, diverso, diferente, incluso para las vacas y las gallinas, que aunque estén "mixturadas" en el mismo corral las unas dan leche y las otras huevos, pero todas disfrutan del mismo aire, del mismo sol, del mismo cielo y sin "fechillo", aunque no tengan la sensibilidad humana para entenderlo.

Elemental, querido Watson.