Es sumamente curioso el efecto que tiene el tiempo en la memoria, un recurso que se encuentra encapsulado en nuestra mollera y que funciona, según acreditados neurólogos de la oficina del catastro de El Juncal, siempre con vistas a que el indígena no entre en una permanente chifladura.

Esto es así por poner un ejemplo con los episodios más negros de la historia de un sujeto. La memoria, según estos científicos, lo que viene a hacer es casi olvidarlos, o más bien relegarlos en una perdida gaveta de su sótano, para poner las experiencias más felices y cojonudas por encima, de tal forma que la persona no se amargue más de la cuenta o entre en un permanente estado de cardiopatía y crónico engrifamiento.

Lo que tiene este mecanismo es que viene muy bien para estas cosas pero para otras te deja con el pompis al aire, -donde esté un pompis ¿para qué decir culo?-, porque el individuo mientras su totiso va metiendo bajo la alfombra todas sus penurias se va creyendo un tío cojonudo aunque haya dejado tras de él una ristra de canelo.

Esta situación se puede ilustrar, amigos en Bentejuí, en las recientes declaraciones de la clase política con el cierre de las oficinas de una entidad bankaria que resulta de la fusión de unas cajas de ahorros.

Estas cajas de ahorros, según recordarán, deben su nombre a que muchos de estos políticos vieron acrecentados sus propios ahorros gracias a su entusiasta participación en importantísimas reuniones y consejos en los que se repartían piñatas de dietas por asistir, hasta que las cajas, al dejar de tener ahorros, se fueron al carajo.

Hoy, olvidados de las consecuencias de aquél tenebroso guateque, y una vez superada la resaca, se asombran e incluso amenazan con retirar fondos por el cierre de una tonga de oficinas y el consecuente cochafisco para clientes y el sufrido personal que ha aguantado durante años el saqueo a la vista con la boca callada. Pero si algunos de los que hoy se quejan farrucos abrieran su oculta gaveta de la memoria para reponer lo que se llevaron de la fiesta igual no estaríamos hoy echando los fechillos.