Melenara, en tu playa he sido feliz. Bañándome en tus frescas aguas. Al sol de tus arenas cálidas. Oyendo el sonido del viento al huir.

Melenara es parte de la costa teldense, a varios kilómetros del casco histórico. Es una de las salidas de Telde a un mar azul de zafiros líquidos, donde un pertinaz viento refrescante se esfuerza por borrar las huellas que los miles de teldenses dejan sobre la arena caliente. De buena fe, el viento vuela arrebolinado de tal manera que las banderas que jalonan los extremos de los 700 metros de playa ondean en buena armonía, una hacia el este y la otra al oeste. En la arena mojada que pierde y gana constantemente el mar, no abundan los que incordian, los que juegan con pelotas. Es gente tranquila que respeta al vecino bañista. Gente que merece todo mi aprecio y que aguanta con divina paciencia a un Ayutamiento que lo mismo no contrata a tiempo a los socorristas o el servicio de restaurantes que lindan con la arena, con lo cual hace un grave perjuicio a empresarios, trabajadores y bañistas.

Telde se debate entre un pasado eminentemente agrícola y un presente también agrícola pero además comercial, industrial, turístico y pesquero. El puerto de Taliarte cobija los barcos pesqueros, las piscifactorías suministran lubinas y doradas a precios módicos y el Centro de Investigación Oceanográfico de Canarias apoya los avances técnicos en las labores marinas.

Dentro del mar la escultura de Luis Arencibia Bethencourt, de 2001, se ha convertido en divisa, símbolo y referencia de la playa. Este escultor, nacido en 1946 en Telde, ha dado muestra de su valía en el retablo de la iglesia de San Agustín de Las Palmas y las esculturas que adornan Leganés (Madrid). La escultura está a una distancia de la playa óptima, de manera que no extraña que los jóvenes la hayan tomado como meta de una hazaña irrenunciable, con la que se demuestra la llegada de la pubertad, en un simbolismo que recuerda tiempos antiguos. Pero la escultura sufrió el embate del viento desmelenado (Melenara) y en ese embate perdió parte de su brazo derecho y el tridente que también apuntaba ¡cómo no! al cielo azul. Ahora mismo está en la misma situación de pérdidas. Recuerdo la novela de John Irving (La cuarta mano) en que un reportero perdió su mano arrancada violentamente por un león. Le hicieron un transplante que no resultó. Al menos lo intentaron. Es un Neptuno que mira razonablemente a la lejana Telde y allí ordena la descarga a su súbdita la lluvia, para recrearse con el verde de sus plataneras. Está bien ubicado, como lo están el Atlante, de mi recordado amigo Tony Gallardo, Alfredo Kraus, Franchy Roca, Fernando León y Castillo, mirando el mar. Hay que recordar que durante muchos años Las Palmas dio la espalda al mar, a tal punto que el poeta francés Paul Eluard dijo que había visto la ciudad más fea del mundo. De espalda a ese mar queda la estatua de Juan Rodríguez Doreste -con el que escribí conjuntamente el "Centenario del Círculo Mercantil"- y la de D. Benito Pérez Galdós.

Desgraciadamente, termino mis vacaciones, que me alejan de Melenara. Me quedan recuerdos felices que me empujan a volver con esta gente tan hospitalaria y este mar que no tengo en la ciudad de Madrid?