Ejemplar ha resultado hasta el momento, como han podido comprobar LA PROVINCIA / DLP y sus lectores. El proceso electoral en el Club Náutico de Gran Canaria no ha dejado de sorprender desde el mismo momento en que Juan Marrero Portugués anunció su renuncia al cargo como presidente.

La vitalidad de una sociedad se refleja en la participación, en el compromiso y en las relaciones sociales que la articulan. De ahí que la convocatoria de elecciones a la presidencia del Náutico, con cuatro candidatos lanzándose a la piscina del servicio público, muestre lo mejor de una sociedad viva y admirable.

Juan Marrero Portugués puede sentirse satisfecho al contemplar que aspiran a sucederle cuatro notables socios de la entidad que lideró los últimos 18 años y a cuya directiva se incorporó siendo un joven economista con proyección. Ahí están Óscar Bergasa, Alberto Cabré, José Luis Cárdenes y Javier Sánchez-Simón. Cuatro personalidades y cuatro estilos, con sus cuatro candidaturas, no menos distinguidas. Los socios llamados a votar en este excepcional trámite electoral se encuentran con las cuatro opciones en un proceso desconocido en la historia reciente del Náutico y ante el futuro de una sociedad que nació con el siglo XX, en aquel lejano 1908, que se pertrecha para afrontar el XXI.

La participación en una sociedad como esta que distingue a Gran Canaria y a Canarias, es un requisito democrático, pero no el único y, en ocasiones, no el más importante. Unas elecciones no garantizan por sí mismas el buen gobierno de una sociedad como el Náutico. Pero, hoy por hoy, no se cuenta con otro sistema para medir el mérito y la capacidad de los aspirantes más que la soberana opinión de los socios. Aunque la meritocracia no está reñida con la democracia, la regla de la mayoría en este caso resulta cosa sagrada.

A estas alturas del nuevo siglo nadie duda de que la mayoría es un instrumento muy útil para tomar decisiones. Bergasa, Cabré, José Luis Cárdenes y Sánchez-Simón, respetuosos y correctos en este trance, aspiran a la mayoría.