En las últimas horas estamos asistiendo en directo a la muerte y agonía de la tele valenciana, con sus estertores y escandalosos reproches del moribundo a los que quedan en el mundo de los vivos. A modo de obituario la tele valenciana es el penúltimo episodio de lo que ocurre con aquellas entidades en las que meten la mano los políticos sin razón de ser. Una tele pública que nace con honorables objetivos de preservar la identidad de su ámbito territorial y de informar con cercanía a sus nativos pero que en vez de colocarse en manos de un consejo gestor serio y de unos profesionales de los medios y echarla andar termina convirtiéndose en un gabinete de prensa del equipo de turno. En este caso gigantesco, con sus 1.600 trabajadores, suficientes para fundar un pueblo.

La tele de Madrid apunta también maneras, pero sigue de momento. Es, entonces, el turno de la carta de ajuste nacional, que se produce cuando aún están calentitos los cadáveres de las cajas de ahorros, que también nacieron, fitetú la bobería, con la sana intención de promover la ayuda y la atención social para transformarse, de nuevo de la mano del poder político, en otro suculento abrevadero con sus saqueos varios y metidas de mano en la lata del gofio que todos conocemos.

De las cajas no queda ni la cinta siva, pero no pasa nada. Digamos, que es tanto el más de lo mismo que hemos entrado en una anestesiada normalidad, y nadie debe ponerse nervioso por los cientos de millones tirados por las parabólicas, como nadie de las cajas por la volatilización de dinero público y privado. Y aun pensando que ese idéntico poder es el que maneja las cuentas de todo un país no hay forma de desalarnos porque estamos mansos, por no decir mensos. Por ello es el momento de exigir al Gobierno o a organismos internacionales que proporcionen un escándalo en condiciones, un reactivo para espabilar, algo así como que nos suspendan La que se avecina, o de un penalti del Madrid-Barcelona, una cosa, en fin, seria, muy grave, que sea bien gorda, peluda y fatal. Entonces sí que se iban a enterar estos chuchangos con corbata.