La prensa española es terreno abonado para destacar cualquier noticia que ponga en entredicho la cordura de los dirigentes de la República Bolivariana de Venezuela. Sucedió con el fallecido presidente Hugo Chaves al que en algunos medios se le llamaba el "gorila rojo" ,y se repite con su heredero Nicolás Maduro del que se comentan en tono jocoso sus visiones cuasimísticas sobre la presencia espiritual de su antecesor que, según él nos cuenta, se le aparece bajo diversas formas para marcar el camino que debe seguir el movimiento revolucionario. En una ocasión, durante la última campaña electoral, creyó haberlo visto encarnado en un pájaro que cantaba dulcemente mientras volaba en torno suyo durante un mitin. Bastantes periodistas católicos (de esos que no permiten hacer bromas con el Espíritu Santo cuando convertido en paloma le anunció a la Virgen María su embarazo) hicieron burla cruel con Maduro y su pajarito. Y lo tomaron como prueba inequívoca de un presunto desarreglo mental. Deberían de ser más caritativos, ya que no son más consecuentes. Maduro, igual que antes Chaves, se manifestó siempre como católico practicante, y entre los fieles de esa religión los milagros y otros sucesos extraordinarios son aceptados como un signo evidente de la intervención divina en los asuntos de los humanos. Y nadie se atreve a burlarse de nadie por creer en esas cosas. Yo mismo, para quitarle hierro la polémica, recordé en un articulo publicado en este periódico el asombroso suceso de San Ero, el monje que fundó el monasterio pontevedrés de Armenteira. Dice la leyenda, y se da por absolutamente cierto, que San Ero, allá por el año 1150, salió a pasear fuera del recinto monacal y habiéndose sentado a descansar debajo de un árbol quedó profundamente dormido tras escuchar el canto de un pajarillo. Cuando despertó, al volver al monasterio no lo conocía nadie puesto que habían transcurrido nada menos que 226 años. Y una historia muy parecida a esta le sucedió en el monasterio navarro de Leyre a otro monje que pasó a la historia de la Iglesia católica como San Virila. Digo lo que antecede porque supongo que se iniciará muy pronto otra avalancha de bromas mordaces en torno a la última revelación del presidente venezolano sobre la presencia de Chaves. Leo en una agencia de prensa que, con ocasión de una visita a las obras del metro de Caracas, los obreros le enseñaron a Maduro unas fotos en las que podían apreciarse sobre la roca unas manchas que parecían conformar la imagen de un rostro muy parecido al de Chaves. Según testimonio de los obreros, las caras de Chaves aparecían y desaparecían a medida que avanzaban las excavaciones. Maduro, emocionado por el hallazgo, reflexionó con los mismos reflejos de un obispo cuando los feligreses vienen a contarle un supuesto hecho milagroso. "La mirada de ese rostro", dijo, "es la mirada de la patria que está en todos lados, incluso en fenómenos que no tienen explicación". Las imaginadas caras de Chaves en las obras del metro de Caracas me traen a la memoria las caras aparecidas hace años en una casa del pueblo jiennense de Bélmez, que fueron un acontecimiento turístico extraordinario. Rocas y cuevas son escenarios propicios a las apariciones milagrosas.