El otro día, una psicóloga contaba que con la crisis han aumentado notablemente las consultas ligadas a los miedos e inseguridades fundados en razones económicas. Constataba también un fenómeno novedoso, cual era el hecho de que un buen número de pacientes repetían el mismo sueño, no obstante tratarse de individuos que ni siquiera se conocían entre sí. Uno de los sueños más recurrentes -decía- era el del sujeto que iba a comprar al supermercado y al pasar por caja, cuando sacaba la cartera para pagar, se encontraba con que no tenía dinero. Ello provocaba una sensación de angustia o pánico.

Los médicos de familia refieren un aumento de asistencia a las consultas de pacientes que han perdido el trabajo, aquejados de síntomas depresivos, con cuadros de angustia y estrés. Se ha sabido también que durante los años de crisis se ha multiplicado el uso de antidepresivos y ansiolíticos. Según datos publicados recientemente por la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios, en el periodo 2000-2012, el consumo de los ansiolíticos ha experimentado un incremento del 46,8%, y los hipnóticos y sedantes, del 81,9 %. Este alza parece despuntar, sobre todo, coincidiendo con los años de la crisis económica.

En Canarias, la Consejería de Sanidad hacía públicas hace poco las cifras de prescripción y dispensación de psicofármacos. El consumo de ansiolíticos, tranquilizantes y somníferos ha experimentado un notable aumento durante los últimos años. El 23,9% de la población ha consumido hipnosedantes alguna vez, y casi el 5% los consume diariamente. Siendo más acusado su uso entre la población femenina (uno de cada tres consumidores de tranquilizantes es mujer). Según las mismas fuentes, las benzodiazepinas son los psicofármacos "preferidos" del "consumidor" canario. Gracias a esta "popularidad" se ha convertido en la tercera sustancia psicoactiva más consumida, después del tabaco y el alcohol. Las benzodiazepinas son la "familia psicotrópica" por excelencia, y actúan sobre el sistema nervioso central con efectos sedantes, hipnóticos o relajantes. Y se recurre a éstas como tratamiento contra la ansiedad, el insomnio y otros trastornos similares.

La otra cara de la moneda viene sellada por otro notable incremento: los beneficios de las grandes casas farmacéuticas. Basta sólo algún ejemplo: el pasado mes de julio, se hicieron públicos los beneficios del grupo farmacéutico helvético Roche; esta multinacional obtuvo en el primer semestre del año un beneficio neto del 40% con respecto al mismo periodo del año anterior. Por su parte, Pfizer, el primer grupo farmacéutico mundial anunció un aumento del 53% en su beneficio durante el primer trimestre de este año. Tampoco le ha ido nada mal al grupo químico-farmacéutico alemán Bayer que alcanzó en el primer semestre del año un beneficio neto de un 31,6% más que en mismo periodo de 2012.

Dentro de nuestras fronteras, también las farmacéuticas españolas han incrementado sus beneficios en el primer semestre del año. Y acumulan en 2013, además, considerables revalorizaciones en bolsa. (En el mes de octubre se apreciaban alzas al 125% de las acciones de Zeltia; al 80%, las de Faes Farma; al 65%, las de Rovi; al 50%, las de Almirall, y al 12%, las de Grifols.)

Obviamente, los sustanciosos beneficios de las farmacéuticas no quiere decir que se deban a las ventas de ansiolíticos y similares, sería simplificar demasiado. Pero parece evidente que cuando llueve, algún que otro paraguas se vende.

Ansiedad, estrés, insomnio..., son síntomas asociados a estados depresivos. Y una vía de escape fácil y engañosa, producto de los malos hábitos "sanitarios", es el recurso a tranquilizantes, ansiolíticos y sedantes. La depresión puede ser una "salida" inconsciente del ser humano ante una situación que le asusta, que teme afrontar o no sabe cómo hacerlo. Los efectos sociales de la crisis económica se están haciendo notar más que nunca. Y el arquetipo del miedo parece haberse instalado en la sociedad.

La gente tiene miedo a perder el trabajo (el que aún lo conserva), a perder la casa, a arruinarse, a quedarse sin dinero... Estos son los peligros que acechan a la mayoría de los ciudadanos. Cuando el afable "territorio" de la seguridad económica, familiar y social se ve amenazado, se produce la "parálisis" del miedo a la pérdida. De hecho, ya hemos perdido muchas cosas: cuotas de bienestar económico, derechos sociales, ilusión...

Leí en alguna parte, a alguien que decía: "Nos quitaron tantas y tantas cosas que acabaron por quitarnos también el miedo".

Quizás esto sea la clave de todo: perder el miedo. Esa es la pérdida primordial que debe afrontar la sociedad civil.

Porque con miedo, no se vence. Nunca.