Acaba de producirse el trasvase laboral más importante de la historia. Los usuarios de WhatsApp pasan a trabajar para Facebook. Gratuitamente, por supuesto, o incluso pagando en los casos más solidarios. La aplicación de mensajería instantánea ha sido vendida al gigante de los amigos de conveniencia por quince mil millones de euros. El precio de esta compraventa virtual supera el Producto Interior Bruto de setenta países del planeta. Dado que WhatsApp solo cuenta con 55 empleados a la vieja usanza, su único capital son sus 500 millones de inscritos. Más exactamente, sus datos biográficos y patrones de consumo, para que los nuevos faraones les indiquen cómo deben comportarse.

Facebook ha pagado 30 euros por cada usuario de WhatsApp, pero los mensajeros que han generado esta riqueza no recibirán dinero alguno al pasar a ser ordeñados por Zuckerberg. Al contrario, el emperador de la red social les exigirá que intensifiquen su productividad, para justificar su disparatada adquisición. Sus 500 millones de esclavos tendrán que aislarse todavía más de la vida real. Se desangrarán para mantener simultáneamente a Facebook, Whatsapp, Instagram y Twitter. Cuántas personas se quedarán sin trabajo, para que ellos puedan satisfacer las expectativas de su tirano.

De hecho, Zuckerberg aspira a que su WhatsApp alcance la cifra de mil millones de siervos, por lo que cada usuario deberá comprometerse a enrolar a otro trabajador para su nuevo jefe. Gratuitamente, por supuesto. Si los vasallos de la mensajería desean saber qué dinero pierden por sus desvelos en comparación con otras marcas, cada escritor altruista de Twitter reporta cien euros a sus dueños, en el sentido de que genera esa riqueza sin recibir nada a cambio. Un accionista lo pone a trabajar y saquea su rendimiento. Comprando diez títulos, dispones de seis personas que pagan por tuitear para ti. Abonan en concreto el utillaje, la conexión, la formación y la información.

Facebook revitaliza la estrategia de devorar a sus hijos, Zuckerberg es Cronos en el cuadro de Goya. A los 500 millones de trabajadores de WhatsApp no les importa demasiado, ante la alternativa de ser explotados por Google. Por cierto, sus patronos no son soñadores con aires de vagabundos, sino los fondos piratas más despiadados de Wall Street. Y una vez que estalle la actual burbuja tecnológica, todos los habitantes del planeta seremos convocados a rescatar a fantasmagorías demasiado grandes para caer.