Ante un Rajoy tan opaco y no dado a transparentar sus pesares internos, resultó grato (no sólo para hagiógrafos y biógrafos) que Rubalcaba llevase al debate del Estado de la Nación una perla de hemeroteca: un artículo del entonces diputado de AP en el Parlamento gallego, publicado en el Faro de Vigo, de cuya sinceridad intestinal se desprende que estaba en edad de trepar, y nada mejor para hacerlo que apoyar con fuerza (hasta con la genética) la imposibilidad de que las personas alcancen cierto grado de igualdad. Dirán muchos que el vómito forma parte del pasado, de un confuso 1983, de un impulso demagógico frente al socialismo que se había asentado en España. Rajoy, se entiende, era todavía un gallito de provincias, pero tampoco aprovechó su turno de réplica a Rubalcaba para renegar del artículo de fondo (se remontó a antes de Cristo) ni para hacer saber a los ciudadanos que su negacionismo igualitario venía articulado por la influencia de Manuel Fraga. Por cierto, que el líder de la derecha incumpliría lo expuesto por el de la Moncloa: el exministro de Franco llegó a ser "hijo de la estirpe" (así los llama Rajoy) pese a venir de una humilde familia numerosa, con lo que logró modificar una influyente línea genética que lo condenaba a ser, como mucho, un excelente funcionario lleno de cualidades, pero incapaz de alcanzar los destinos de los patas negras.

El pétreo caparazón calcáreo que cubre la identidad política del Presidente convierte el citado artículo en algo así como una confesión, una huella que, ¡maldita sea! , nunca podrá ser borrada de esos posos de desafueros, dignidades e indignidades que son las hemerotecas de los periódicos. En el caso que nos ocupa, el origen del aguijonazo de Rubalcaba en el Congreso está en la admiración de Rajoy por el pensamiento del gallego Luis Moure Mariño, un notario conservador que se pasaba por la piedra la igualdad humana. Y como consecuencia de ello (infiero yo), se hubiese cargado a machetazos la políticas sociales, los subsidios, para pedir luego a monjas, curas, damas de caridad, hermandades, donantes, patricios, banqueros y terratenientes que abriesen las puertas de sus casas y bolsillos para mitigar (concepto rayoliano de la vida y la necesidad) las carencias de los que nunca podrán llegar a ser iguales al resto. Ello no fue óbice, por otra parte, para que décadas antes Moure intentase igualar a Franco con otros seres vivos con su libro Perfil humano de Franco (1938).

Resulta estremecedor observar la ausencia de calidez que desprende el discurso de Rajoy, poseído (o drogado) por los indicios macros y ausente frente a las pérdidas que sufren las familias agarrotadas en el paro. Silencio lacerante aplicado también con la reforma del aborto, una evaporación -esta sí- con la que el "hijo de la estirpe" demuestra su desprecio a profesionales, mujeres y a sectores de su partido que no están con otro "hijo de la estirpe", el ministro Alberto Ruiz-Gallardón. ¿Ha quedado atrás la teoría Moure por la que Rajoy mostró su ferviente admiración en 1983? ¿Es justo que Rubalcaba lo acuse de aprovechar la tremenda crisis económica para desmontar todo lo que tropieza con la igualdad? Tony Judt sostiene que a los neoliberales les trae al pairo (o al menos no lo ven como una prioridad) los desarreglos provocados por el mercado, dígase el paro, los recortes en becas o en ayudas sociales. Frente a los keynesianos, ellos consideran que el propio mercado utilizará sus propios recursos para recolocarse. Es decir, "se gasta lo que tenemos" (dice el Presidente), nada de grandes planes de inversión pública para desatascar el desempleo, y estimulamos, mimamos y bonificamos a los empresarios para que se dignen a aumentar sus plantillas. Crecemos, pero con un agujero social tremendo. ¿Pero importa mucho?

Por la teoría Moure, reseñada festivamente por Rajoy, se desemboca en el ministro Wert y en su mano de hierro para entorpecer la igualdad para acceder a la Universidad, a sus posgrados o a los viajes al extranjero. Bajo la etiqueta de la exigencia y la excelencia, se requiere el nivel B2 para el Erasmus, y los alumnos y los padres se preguntan qué medios hay y de qué ayudas se dispone para poder afrontar dichos estudios. Los expertos muestran su alarma: sólo podrán acceder los que tengan posibles y hayan podido pagar la preparación. Otra sospecha: subimos el listón, y como consecuencia de ello el erario público desembolsa menos dinero. A Wert, otro "hijo de la estirpe", también le da igual tener a miles de estudiantes mirando al cielo, a la espera de que su departamento decida qué parte variable de las becas le corresponde a los solicitantes de ayudas.

Quizás se me reproche que me he cebado con el artículo de Rajoy, y que no he tenido en cuenta el paso de las golondrinas sobre el cielo de la democracia, ni tampoco a esos Correas o Barcenas que no eran "hijos de la estirpe" pero que llegaron a serlo gracias a la contabilidad B. Pero ocurre que no abundan las confesiones del gallego, es más, su situación natural es de infranqueable.