Repasando la fototeca desde el año la pera resulta que en un mucho tanto por ciento prevalecen los retratos de políticos. Pero no uno ni dos, sino miles cuando no millones en diversas situaciones y casi siempre los mismos. Un político reinaugurando un parque en Moya, tú. Un alcalde visitando al municipio vecino e intercambiando productos locales -aceitunas del país por manojo berros-, en misión exploratoria; un concejal presentando unos cartuchos solidarios de lentejas; un presidente de cabildo comprobando la sustancia del piche de una carretera interurbana; una portavoz de la oposición observando un molino en Mogán con ojos de lechuzo; un cargo medioambiental regañado soltando una tortuga boba...

Esto es así aquí y en todo lugar. No es un síndrome isleño endógeno en concreto, pero no por ello deja de ser objeto de parapsicología y otros arcanos extrasensoriales.

Lo que sí ocurre es que varía en según qué circunstancias y qué medios cuenta el dicho político. Ejemplo: Kim Jong-un, presidente de Corea del Norte, está auto-autorizado a salir igual revolviendo el yogur de un inocente coreanito del Norte que inyectando uranio a una sopladera nuclear. Y en nuestro entorno también existe un modelo, es verdad que mucho más laxo y enternecedor, con el Mencey y su televisora, lo que por la peculiaridad del medio en vivo le otorga el don de la ubicuidad, capaz de alongar al principio del noticiario arreglando unos muros de piedra seca en El Hierro, ordeñar una cabra loca en La Aldea y terminar el informativo sacando un chinchorro de gueldes en La Graciosa.

Pero, ¿por qué? ¿qué necesidad? Ni papa. Hace milenios los faraones se hacían retratar muy de vez en cuando en un testero de la pirámide y se ve que con el tiempo se ha ido saliendo del tiesto esta ocurrencia hasta llegar a los extremos actuales, porque también es cierto que en España el NODO hizo mucho daño. Pero a efectos de gestión es tal cual si su fontanero le arregla la cisterna y usted conserva esta bobería con una foto pegada con un imán en su nevera.