Conocerán ustedes ayer que España se llevó su disgusto con el avión de Rajoy. El hombre despegó de Dublín, ah, se le encendió el piloto de marcha atrás al aeroplano, tú, y tuvo que volver a la casilla de salida.

Es una lástima que la cada vez más acreditada buena fama de este país se vea envuelta en estos pufos aeronáuticos que parecen gafar nuestra imagen como potencia tecnológica allí donde va un adelantado de esta nación.

El otro día fue el aparato de Felipe cuando iba a Brasil, luego en Honduras, y hasta el propio Rajoy tuvo que pedir prestado otro a Bélgica para ir a Roma porque el único que quedaba con batería se tuvo a su vez que enviar a rescatar al Príncipe, episodio que por otra parte muestra una admirable capacidad de organización, entre nosotros. Pero de puertas afuera esto es un jaleo estratosférico imperdonable justo cuando de aquí para atrás se ha hecho todo bien.

España, que ha salido de la crisis, donde los niños catalanes están a punto de hablar fluidamente el castellano, donde el petróleo nos va a sacar de pobres, el lugar en el que por fin ha ido un valiente ministro del Interior a sacar valerosas fotos con su móvil a la frontera donde nos esperan amenazantes hordas de africanos a molestarnos el café con churros, en fin, en este divertido país en el que las mujeres van a entrar al redil de Gallardón y donde se va a empurar a los enanos de La Palma por salir en carnavales, no puede jugársela por un aborto de despegue. Y menos cuando iba todo a ir aún más cojonudo, excepto lo de Zerolo, al que se le quiere despojar de su sábana de Senador por algunas ocurrencias contables sin importancia. No. Todo este acervo y futuro que engrandece a España no puede esfumarse por el tubo de escape de un verguilloso Falcon 900, que es el modelo al que le entró la falladera.

Dótese, pues, a nuestros adelantados no de uno, sino de muchos aviones. Dos para dir y tres para venir. No se nos vaya un día a escachar un prócer porque, parafraseando al pueblo en la película Amanece que no es poco: ¡Alcalde: todos somos contingentes, pero solo tú eres necesario!