Desde hace meses nuestros mercados están cada vez más vacíos, las colas para adquirir los productos cada vez son más largas y cuando por fin es tu turno, debes salir de ahí con lo que encuentres y seguramente no será lo que estabas buscando. Cuando comenzaron a hacerse las infinitas filas yo me negaba a participar, la gente termina casi siempre golpeándose para evitar que se cuelen otros o intentan alcanzar los últimos pollos o harina que puedan quedar. Guardando mi dignidad me dije: si no hay azúcar, pues no endulzaré; si no hay café, leche, carne, aceite, productos de limpieza, etc... pues no los tendré. Como muchas madres me propuse amamantar a mi hija hasta los dos años, los cuales cumplió en el mes de febrero y por más que quiera, ahora no puedo dejar de hacerlo. Un día salí a buscar pañales y leche para mi bebé y no encontré en ninguna parte. Ese mismo día, me arrodilló el régimen. Cuando por fin conseguí una farmacia, donde me dijeron vía msn que había pañales y leche, me encontré con mi hija haciendo una cola eterna bajo el sol inclemente del mediodía, junto a otras madres con sus bebés y toda la familia a cuestas, porque solo te venden dos paquetes por persona, por lo que hasta el solidario vecino cuenta. Y olvidé comentarles que no puedes elegir ni talla ni marcas, te llevas lo que quede. No pude evitarlo, las lágrimas me saltaron. ¡Cuánta humillación para un pueblo tan noble, cuánta indignación, cuánta sumisión! Luego de más de dos horas y sin siquiera acercarnos aún a la esperada puerta, un guardia nacional (sí, leyeron bien, las fuerzas de seguridad del Estado asisten a la venta de los productos dentro de los establecimientos comerciales para poner orden en caso de una justificada desesperación ciudadana), con un megáfono, dio el mensaje de que los productos se habían terminado. Aún no salgo de mi asombro cuando veo cómo la cola se disuelve pacíficamente y la gente con sus móviles avisa a otros para que ya no vengan. Así, sin reclamar, nos vamos a nuestras casas hasta la próxima oportunidad. ¿Qué le pasó al pueblo venezolano? ¿En qué momento nos dejamos anestesiar por este régimen ineficiente e inquisidor? ¿Cuánto tiempo más pensarán tenernos arrodillados ante esta célula Castro-comunista, que como una terrible cáncer arrasa con nuestro país ante la mirada adormecida de muchos venezolanos y la asombrosa indiferencia de los organismos internacionales? ¿Aún alguien duda de la necesidad de mantener nuestra lucha en las calles? Yo lo tengo claro, no me pienso arrodillar.