Soberbia y orgullo es un sentimiento de valoración de uno mismo por encima de los demás.

Otros sinónimos son: altivez, altanería, arrogancia, vanidad, etc. El principal matiz que las distingue está en que el orgullo es disimulable, e incluso apreciado, cuando surge de causas nobles o virtudes, mientras que la soberbia es la satisfacción de la propia vanidad, del ego.

Que les voy a contar que ustedes no sepan a propósito de la soberbia. Basta encender el televisor para ver y escuchar a gentes de todo estado y condición que utiliza el desprecio a los demás como la cara más agria de la soberbia. Posiblemente uno de los males que aquejan a la sociedad moderna es la falta de humildad y modestia. Gobernantes y políticos son los más vulnerables a ser colonizados por este mal tan antiguo como el mundo.

La Tragedia de Ayax de Sófocles hace más de mil cuatrocientos años ya nos mostraba al hombre que prefería morir a ser ridiculizado. Esto ha cambiado bastante porque si aquí muriesen los que voluntariamente se ponen en ridículo no había cementerios para acoger a tanto personaje arrogante que anda suelto.

Uno de los males de nuestra sociedad moderna y diría que de la familia como instrumento de poder, no es otro que el constante empeño de estar unos por encima de otros y no dar su brazo a torcer aunque suponga la ruptura a veces de forma traumática.

Lo que muchos interpretan como no dar su brazo a torcer no es sino una actitud de soberbia en un intento de tener razón aunque sea por la fuerza bien a través de la palabra o bien a través del poder, ya sea económico o de cualquier otra índole.

Padres, hijos, hermanos y la ristra de parientes que conforman lo que se conoce como familia han sido pasto de llamas de la soberbia. Mi madre, que era sabía, como todas la s madres, a veces preguntaba cómo se llevaban fulanito o menganito y cuando le decían que muy bien, siempre respondía: "Eso es que aún no han partido", haciendo referencia a esta o aquella herencia.

Yo tengo mucho cuidado con los pensamientos de orgullo propio porque conozco a tantos idiotas que se creen los reyes del mambo que lo intento cada día, aunque quién me asegura a mí que lo consiga y no ser uno más de esos personajes impresentables.

No hace mucho le dije a un pariente que me tropecé por la calle con cara de malas pulgas que la soberbia que llevaba en la cartera no era otra cosa que la rabia del que se sabe impotente.