Sufrir (o disfrutar) de una mala educación democrática tiene estas cosas. José Manuel Soria, ministro de Industria y Tenerife y presidente del PP de Canarias, ha proclamado rotundamente que confía en José Miguel Bravo de Laguna. Eso está muy bien, pero lo importante es dilucidar si los ciudadanos grancanarios deben confiar en el presidente de su cabildo insular. Y para eso resulta imprescindible que Bravo de Laguna responda a todas las preguntas que al respecto se le formulen desde la oposición y los medios de comunicación. Sobre todo porque Bravo de Laguna mintió fragantemente en sus primeras declaraciones, a partir de las cuales se ha enrocado en un silencio preñado de cinismo y miedo. Ni una palabra sobre ese cargo de confianza del Patronato de Turismo que ha actuado como testaferro para camuflar a través de una sociedad creada ad hoc los beneficios que el bufete de Bravo de Laguna calculaba obtener por su intervención profesional en el pastel urbanístico del Oasis de Maspalomas. Ni siquiera se ha preocupado en desmentirlo. El presidente del Cabildo se ha dedicado a hacer chistes con esa gracia repajolera que siempre le ha caracterizado. "No sé nada, no tengo una bola de cristal". Para partirse, oigan, pero muy sintomático porque, al parecer, para Bravo de Laguna la transparencia democrática y el derecho a la información son cosa de brujería, una sórdida manifestación paranormal ante la cual lo mejor es esbozar una sonrisa despectiva mientras tus consejeros aplauden tus gracias, patean como en una corrala y dan rienda suelta a risitas asfixiadas.

Lo que no deja de ser curioso es la actitud de la oposición. El PSOE y Coalición Canaria están demostrando una extraordinaria tibieza desde la eclosión de este escándalo donde se entrecruzan desvergonzadamente intereses públicos y privados y que es un ejemplo acabado de las patologías de una democracia de baja intensidad. No es que socialistas y coalicioneros no hayan solicitado la dimisión del presidente, es que todavía no han pedido siquiera la convocatoria de un pleno extraordinario para debatir y exigir información, aclaraciones y, en su caso, responsabilidades políticas. Si esta dulce modorra de la oposición se prolonga más tiempo, si se limitan a arrugar los morros con una indignación impostada, no sería únicamente Bravo de Laguna quien debería dar cumplidas explicaciones.

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