Mi hijo Guillermo nació en Gran Canaria, aunque desde los cuatro años vive en Madrid. Su habla española es por tanto minoritaria, con ese acento neutro con el que hablamos los que no seseamos ni ceceamos, los que decimos vosotros y los que marcamos las terminaciones de los participios, entre otras cosas. En Canarias esa habla se califica goda, en el peor de los casos, o peninsular, en el mejor. Somos minoría en el conjunto de los más de quinientos millones de hispanohablantes, y no representamos el habla culta ni normativa del español, como algunos ignorantes creen: somos una variante minoritaria de cómo se habla nuestra lengua. Porque tan culto y normativo es la forma de hablar español de un chileno, de un canario, de un argentino, de un andaluz o de un catalán. Otra cosa es el acento, esa música especial que los hispanohablantes le dan al español en cada territorio. Así, por ejemplo, como coruñés de nacimiento y demás cosas, procuro visitar la tierra de mis ancestros y familiares presentes al menos un par de veces al año. Es un placer escuchar la melosa música del español hablado por un gallego, de partitura distinta en Ortigueira y en Baiona, o en Carballiño y en Viveiro. Pero este verano mi querido hijo, quizás por la edad, quizás porque tiene muchos y buenos amigos locales, empatizó tanto con el ambiente que, a los dos días de estar en Galicia, se le pegó la música y parecía uno más entre aquellos rubicundos galaicos. Se lo comenté y sentenció: "Eso es la España plural. Cuando estoy aquí, se me pega el acento gallego, en Canarias, el canario, y en Madrid, el madrileño". Me acordé de cuando mis sobrinas canarias, Ana y Paloma, de cerrado acento canarión, venían a pasar el verano y la Navidad a Galicia y volvían a Las Palmas hablando un español con un acento irreconocible pero precioso, mezcla de gallego profundo y de habla canaria, los dos melosos y afables. También recuerdo a Irati y Naiara, hijas de mis amigos José Julián e Isabel, vascas y recriadas ya con casi diez años en Gran Canaria: la mezcla de las hablas produjo un acento sorprendente y también bello. La España plural, será, y puede que sea cierto, esa España de las artes y las letras que poco tiene que ver, nada, con la administrativa que Mas se quiere cargar y Rajoy se empeña en apuntalar. La primera existirá siempre, la segunda depende de la tolerancia y el respeto, con lo cual temo por su vida.