Querido amigo: Si pudiera decir que Putin, después de ponerse de vodka hasta el Cáucaso, se había cogido tal cogorza como para entrar en un profundo coma etílico del que difícilmente se puede recuperar, o que Obama, como consecuencia de haber despenalizado la marihuana, sufre una subida aguda de dopamina que le produce un estado de euforia permanente y que, con el chute de alegría que se le ha puesto, no va a poder seguir argumentando nada sobre la crisis sin descojonarse.

Si pudiera decir que la Merkel, tras recuperarse de su lesión de pelvis, ha decidido retirarse de la política para dedicarse al patinaje artístico, o que Paulino Rivero, después de haber perdido el favor de Coalición Canaria se había retirado a meditar al Tíbet.

Si pudiera decir, en resumidas cuentas, lo que me gustaría decir y no puedo...

Pero también tengo que decir que, en su lugar, los nuevos responsables nacionales e internacionales que vengan a arreglar el mundo, volverán a lo mismo de siempre en menos que canta un gallo, o en menos de lo que tarda un dron en reventar una escuela de primaria.

Aun así y aunque todo siga igual, ya nada sería lo mismo, porque, si nosotros fuésemos los responsables del vodka, la marihuana o la retirada de Merkel y Rivero, habríamos conseguido demostrar que, a pesar de todo, las cosas se pueden ir cambiando.

Lo más que me preocupa de los jóvenes de hoy es que piensen que no se puede cambiar nada, porque ese conformismo es lo que hace que algunos crean que nunca vamos a ser capaces de reaccionar.

¿A qué estamos esperando? ¿Puede haber más paro, más corrupción, más desigualdad, más injusticia social o mayor descaro por parte de los políticos que nos representan? ¿En qué quedará esta vez el fraude entre las tarjetas opacas de Bankia, Caja Madrid y sus consejeros del PP, PSOE, UGT o CC OO...? Valientes sinvergüenzas.

Los partidos y sindicatos están tan implicados en todo este saqueo a nuestros derechos y al presupuesto público que lo único que puede sacarnos de esta situación es la llegada de alguien sin antecedentes y con la valentía suficiente como para destapar las cloacas del sistema.

No es que estemos esperando a un mirlo blanco, porque es posible que el que venga se convierta al poco tiempo en otro de la casta, sino que, en ese lapsus de tiempo, tengamos la oportunidad de echar a toda esta calaña de las administraciones, meterlos en una bolsa de basura y encerrarlos en la cárcel... aunque solo fuera para poner en antecedentes a los recién llegados.

¿En manos de quién estamos, Gregorio...? Poca bolsa para meter tanta basura.

Un abrazo y hasta el martes que viene.