Ni grullas blancas que extienden las alas, ni serpientes reptantes hacia abajo y, ni tan siquiera, caballos salvajes con las crines separadas. Aquí las palabras que pautan los movimientos son acción, reacción, densidad y otras de la misma progenie. Las palabras salen de la boca de Kyoung Bo Kim, médico experto en medicina tradicional china. Los movimientos los realizan el propio Kim y sus alumnos, un día de la semana pasada, en el tránsito entre el crepúsculo y la noche, mientras practican tai-chi chuan en el Parque Romano.

Este punto del espacio público de Las Palmas es un lugar agradable para practicar ese arte marcial lento y hermoso, y Kim lo frecuenta con sus estudiantes o/y pacientes del centro que dirige, Seres, radicado en la vecina calle Luis Doreste Silva. Y es que las prescripciones terapéuticas de este médico, nacido en Seúl hace 42 años y titulado en medicina tradicional china por la Universidad de Henan, incluyen la práctica del tai-chi chuan, que Kim cruza con el pensamiento científico. Por ello cuando indica sus movimientos prescinde de nombres arcaicos como "la grulla blanca que extiende sus alas" y los reemplaza por términos como densidad, propios de la dinámica, la termodinámica y otras leyes de la física.

El reportero que pasea a esas horas por el Parque Romano se detiene seducido por el espectáculo de los cuerpos que giran y se contorsionan de forma sincopada. Quizá es que el grupo genera un campo magnético que atrae a quien se detiene en sus alrededores, o, tal vez, es lo más probable, es que, de suyo, los periodistas son individuos entrometidos. El caso es que, en un momento de pausa, el reportero se acerca y entra en contacto con los ejecutantes de tai-chi chuan y, una vez concluida la práctica, conversa un poco más con Kim y sus estudiantes.

Uno de los alumnos, Byron Ramírez, entrenador personal de fitness, cuenta que lleva más de un año estudiando tai-chi chuan, masaje y meditación en el centro Seres: "Cuando vine, me encontraba estresado, ahora siento mayor bienestar". Vicky Martín, ama de casa, con más de tres años de práctica de este arte marcial bajo supervisión de Kim, se expresa en términos semejantes: "Yo era una persona inquieta y en el centro he aprendido a mirar la vida con sosiego".

Amén de la ansiedad, mal habitual de la vida moderna, hay entre quienes practican tai-chi chuan con el doctor coreano quien lo hace también, en conjunción con otros remedios prescritos por el médico, para sanar de dolencias como hernias discales, migrañas o problemas lumbares. No es el caso de Raúl Santana, que asegura que hace cuatro años que no padece ninguna enfermedad, ni siquiera un leve resfriado. Santana, en cualquier caso, no es estudiante, sino profesor, ayudante de Kim, y actualmente se prepara para asistir el próximo año en Pekín al campeonato mundial de tai-chi chuan, en el que el coreano ha obtenido ya dos medallas de oro. Santana es, además, arquitecto, titulado por la Escuela de Arquitectura de Las Palmas, y encuentra grandes conexiones entre sus dos saberes expertos: "En el tai-chi chuan alineamos puntos como el tobillo, la rodilla y la cadera o el hombro, el codo y la muñeca, o sea, nos atenemos a la ley de la gravedad, como hacemos para que se sostenga un edificio".

Kim se detiene junto a uno de los estudiantes, mientras el resto observa. El estudiante tiene la espalda erguida y el brazo y la palma de la mano izquierdos extendidos. "Vaguedad", dice el maestro, y le indica al alumno que debe corregir la posición de la columna. "Vaguedad", susurra al reportero Raúl Santana, "es falta de potencial, interrupción de la energía de la gravedad que te sube por el cuerpo y te va a machacar las articulaciones". "Densidad para el equilibrio", dice ahora Kim, cuando el estudiante adquiere la postura correcta. "Tobillos y rodillas siempre fijos, sin mover el culo".

Concluida la sesión de tai-chi chuan, Kim invita al reportero a observar el comportamiento de su propio cuerpo ante la energía gravitatoria que le llega a través del césped del Parque Romano. "Quieres olvidarte de la densidad porque la presión en el cuerpo cansa, pero no debes hacerlo". Y, como si hubiese leído su pensamiento, tiene la gentileza de repetirle la explicación, esta vez con una imagen propia de las antiguas enseñanzas chinas, más recurrente para concluir este reportaje: "La densidad es la cueva del tigre. Hay que pasar por ese trance. Hay que ir a buscar el tigre a la cueva y estar con la densidad".