Caminan hacia el precipicio pero no rectifican. Los políticos van por un lado y los ciudadanos por otro. Encuentran justificación a todo, a las corrupciones de mucho monto, a las mayores tropelías, y a las de poco, a las que ellos consideran de andar por casa -como puede ser el escándalo protagonizado por el presidente de Extremadura, José Antonio Monago- aunque para la inmensa mayoría de los españoles esa diferenciación no exista y todo entre en el mismo saco de la desvergüenza y la inmoralidad.

En cualquier país democrático avanzado José Antonio Monago ya habría presentado su dimisión como jefe del ejecutivo de Extremadura y como presidente del Partido Popular en esa autonomía. Y de no haberlo hecho su propia formación política se la estaría exigiendo. Aquí no, aquí no sólo no pasa nada sino que la dirección nacional del PP, con su presidente, Mariano Rajoy, al frente, salen en apoyo de su hasta ahora líder extremeño.

Monago realizó viajes privados desde Madrid a Tenerife con dinero público, pagados por el Senado cuando el ahora jefe del Gobierno extremeño era miembro de la Cámara alta. Lo reconoció él mismo ayer en un acto en Cáceres ante la plana mayor del PP nacional al anunciar que devolvería "hasta el último céntimo" de los billetes de avión adquiridos a través del Senado. Se habla de más de treinta desplazamientos a Canarias. Pero el número es lo de menos. Lo relevante es, por un lado, que se aprovechó de su cargo disponiendo de miles de euros de todos los españoles para su disfrute personal, y por otro, que mintió al decir que había viajado en representación del PP -ni este partido ni él mismo han explicado con qué objetivo-, además de asegurar que se había pagado de su bolsillo los traslados aéreos, aunque, eso sí, no pudo presentar ninguna justificación de haberlo hecho. Si a todo eso se suma que una joven iberoamericana residente en Tenerife ha asegurado que Monago la visitaba periódicamente en la Isla es evidente que en este asunto se han cometido demasiados errores, y de bulto, y que la salida más digna que le queda al presidente extremeño es irse.

Pero, cuidado, seguro que el caso de José Antonio Monago no es el único. Los diputados y senadores tienen carta blanca para viajar a costa del Congreso y del Senado sin limitación alguna. Sacan los billetes de avión, tren o barco en las propias agencias de ambas instituciones y nadie les pregunta si es para un viaje personal o de trabajo. Se lo paga el parlamento y punto. Y de que no ha sido el único da fe que un diputado por Teruel, también del PP, anunció ayer que deja el Congreso tras descubrirse que había realizado viajes a Tenerife, a cuenta de la Cámara baja, para visitar a la misma mujer que reconoció su relación con Monago.

Es, por lo tanto, un mal de fondo. Uno más al que no ha querido o sabido dar solución la clase política española en los últimos años, que más que poner coto a la corrupción la facilita. Es un problema que tiene fácil arreglo: acabar de una vez por todas con los privilegios de diputados y senadores. Desterrar de forma inmediata el gratis total. Pero no parece que vayan por ahí los tiros.