Por supuesto, ya que los ciudadanos sentimos vergüenza ajena e impotencia ante la sorprendente avalancha continua de corrupción: tarjetas negras, comisiones dudosas, blanqueo, tráfico de influencias, malversación, etc, aparentemente cometidos por cientos de políticos, representantes sindicales, empresarios, etc, por lo que solo podrá ser atajada con medidas de reforma en el sistema donde surja la transparencia y no el oscurantismo. Pero a pesar de todo, este es un país de ciudadanos honrados, frente al tópico manido de picaresca a la española. Porque, el que la corrupción esté ahí, no significa que este generalizada en nuestra sociedad, sino que produce un comportamiento anormal y con cierta frecuencia delictivo en el uso y manejo de los fondos públicos, puestos en manos de quienes en su día juraron lealtad y honestidad a la Constitución. En cualquier caso estamos en el umbral de una renovación generacional y de crisis política como no ha existido desde el inicio de la Transición, donde la sociedad se siente frustrada. En este momento España precisa una reivindicación de la democracia representativa y de un bipartidismo mitigado con mejores métodos. La verdad es que esta legislación electoral ha promocionado una clase política más bien incompetente y sumisa, siendo difícil que pueda diseñar una política creativa y rompedora para que pueda salir fortalecida de la crisis, reformando en profundidad el sistema. Surge así un panorama más prometedor para esa España que todos deseamos.