La Unión Europea está en manos de un payaso siniestro, valga el pleonasmo. Jean-Claude Juncker es un político vitalicio con sentido del humor al que recordará estrangulando (siniestro) en broma (payaso) al ministro de economía español Luis de Guindos cuando las agencias de calificación y los especuladores se tiraron al cuello de España con la crisis de los bancos. Con y sin contexto, la foto da asco porque muestra dos payasos listos. Antes que presidente de la Comisión Europea (el gobierno de la UE), Juncker fue primer ministro de Luxemburgo y se le debe un sistema fiscal que convirtió su pequeño país en un paraíso fiscal para empresas multinacionales. La broma (siniestra) permitió que dejara de ser recaudado un billón de euros en la Europa que ahora preside.
En el Gran Ducado hay tres edificios medianos y anodinos que residencian a 5.000 multinacionales con unas ventajas fiscales que les permiten acabar con sus competidores, gravados con 20 puntos más que ellos, y empresas tecnológicas de las que obtienen millones de dólares de beneficios y destruyen centenares de miles de empleos a una velocidad favorecida por esa fiscalidad y sin devolver nada a las sociedades donde operan hasta que sus fundadores se vuelvan viejos y filántropos. Un buen siete para la Europa de los 28, remendado elevando a su causante a sastre mayor de la Unión Europea.
La última broma del payaso siniestro es ese informe de la UE que reclama otra reforma laboral porque ve el ajuste salarial realizado en España de 2008 a 2013 lento, ineficaz e injusto con los trabajadores temporales. ¿Quiere que los iguale a los fijos dándoles nuevas condiciones de seguridad y mejores salarios? No. Quiere que acabe con los costes de despido que protegen a los fijos. ¡Justicia para todos! ¡Igualdad de vulnerabilidad y baratura! Si da más miedo que risa es porque, ya se ha dicho, el payaso es siniestro.
