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Frontera sur

El EI y el pudridero hispano-marroquí

Una semana sí y otra también. A la vez que visibles patrullas mixtas formadas por un policía y dos militares fuertemente armados, desplegados en el dispositivo de alta vigilancia Hadar (Precaución) custodian desde el 27 de octubre lugares públicos y sensibles, estaciones, aeropuertos, plazas... las fuerzas de seguridad no dejan de desmantelar células e individuos próximos a Daesh (Estado Islámico) a lo largo del país, sobre todo en la zona norte. Si bien algunas de las detenciones han caído sobre simpatizantes venidos de Europa, varios de ellos conversos, fuentes sobre el terreno estiman en más de dos mil (igual cifra que en Jordania) los jóvenes marroquíes que han marchado a enrolarse en la sangrienta yihad del autoproclamado Califato. Aunque inicialmente el Estado marroquí había hecho la vista gorda permitiendo, e incluso alentado bajo cuerda, su salida del país alejando con ello la posibilidad de atentados, la situación ha ido cambiando progresivamente ante la eventual vuelta de los mismos, entrenados en combate y radicalizados hasta el paroxismo. De hecho, el número de intentos abortados por los servicios de seguridad marroquíes es impresionante: 110 atentados con explosivos (¿cuál es el origen de los mismos?), 109 intentos de asesinato y siete de secuestro así como 41 tentativas de robo a mano armada, a los que tendríamos que añadir las células desmanteladas en Melilla y Ceuta por las fuerzas de seguridad españolas.

Si bien el 30 de septiembre y ante el Comité contra el Terrorismo (CCT) del Consejo de Seguridad de la ONU, el responsable de la DGED (Dirección General de Estudios y Documentación), Mohamed Yassin El Mansuri, avanzaba el dato de 1.193 jóvenes alistados en su peculiar yihad, a ellos había que sumar al menos otros 600, junto a bastantes centenares más (muchos con doble nacionalidad) salidos del seno de la numerosa emigración marroquí en Europa, sin contar el significativo puñado procedente de Ceuta y Melilla, dos ciudades bajo pabellón español pero inmersas en un proceso acelerado de radicalización y virtualmente convertidas, de hecho, en enclaves islamistas corsarios al amparo de la bandera roja y gualda. Precisamente el norte marroquí, de Tánger a Nador pasando por Tetuán, es decir, en buena medida el hinterland de Ceuta y Melilla, así como la luminosa Alhucemas donde pasado el verano fueron detenidos al menos cuatro activistas vinculados a Daesh, así como Casablanca y la populosa Salé, en la orilla derecha del Bou Regreg frente a la capital del Reino, Rabat, están infectados por el islamismo salafista y el wahabismo subyacente, en última instancia la mano que mece la cuna del yihaterrorismo, al proceloso ritmo marcado por barras y estrellas. Solo del noroeste marroquí, es decir el cuadrilátero formado por Tánger, Larache-Alcazarquivir, Tetuán y Martil-Rincón-Castillejos, una región que concentra cerca de tres millones de habitantes, habrían salido más de ¼ parte de todos los yihadistas del país, ¡más de 600! En cuanto a las presuntas ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, concentran casi la mitad de los yihadistas españoles, sobre 70 en total, de los cuales varios encontraron la muerte y 15 ya han retornado. Un porcentaje altísimo para ambas ciudades, pero pequeño si lo comparamos con el resto de Europa: solo en Francia han escuchado los cantos de sirena de Daesh cerca de 1.000 jóvenes y en Bélgica y Holanda unos 500.

Los marroquíes, de los que unos 240 serían ex presos y sobre 300 habrían encontrado ya la muerte, representan junto a saudíes y tunecinos (3.900), a los que habría que añadir 1.400 argelinos y 4.500 libios, una significativa parte de los cerca de hasta 200.000 yihaterroristas que, a fecha de hoy, podrían combatir bajo la negra y siniestra bandera califal de Daesh.

Volviendo a Marruecos, el jeque Ahmed Raisuni, actualmente residente en Doha, capital de Qatar y expresidente del MUR (Movimiento Unicidad y Reforma, brazo ideológico del Partido de la Justicia y el Desarrollo, PJD, actualmente en el gobierno), se encuentra con que la digamos peculiar pero sin duda influyente Unión Internacional de Sabios Musulmanes (UISM), órgano de los Hermanos Musulmanes y de la que es vicepresidente, ha sido colocada recientemente en la lista negra por los Emiratos Árabes Unidos, clasificada como "entidad terrorista" (sic) junto a otras 83 organizaciones islamistas. ¿Qué pensará en Rabat al respecto el jeque Echeikhi, elegido presidente en el V congreso del MUR el pasado agosto y hasta el momento consejero áureo del jefe de Gobierno, Abdelilá Benkirán? Congreso por cierto en el que el terrorista y candidato Raisuni habría cosechado 200 votos... ¿Y qué vínculos, ideológicos y organizativos, relacionan al ambivalente MUR con los Hermanos Musulmanes, calificados como organización terrorista por el Egipto del general Al Sissi, cuyo contragolpe contra el presidente Mursi fue rápida y calurosamente felicitado por el joven y prudente soberano Mohamed VI... mientras el MUR, sacando una vez más los pies de las alforjas, se solidarizaba con el depuesto e inquietante Mursi?

Y la gran pregunta: ¿qué está llevando a estos jóvenes musulmanes, del Magreb y de Europa, a matar y morir a las órdenes de una versión absolutamente fanática del Islam? No es la primera vez en la historia que esto ocurre en el seno de esta peculiar religión totalizadora y de ribetes autoritarios que, a juicio de cada vez más observadores y desde luego de este escribano del limes que pergeña estas líneas desde Tetuán, se encontraría inmersa en una inmensa fitna (división), una descarnada guerra civil de casuística interna, similar salvando las distancias a las crueles guerras de religión (católicos / protestantes) que asolaron Europa entre 1524 y 1697. Lo advertía recientemente el valeroso rey Abdalá II de Jordania: "El Islam está preso en una guerra civil entre moderados y extremistas". De ello les escribiré próximamente. Haya salud. Visto.

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