Fútbol en estado puro. Eso es lo que los duelos entre el FC Barcelona y el Atlético de Madrid suelen regalar a los aficionados. Choques que superan a la épica y donde, hegemonías a un lado, siempre priman los goles y el espectáculo. Magia sobre el campo que no deja indiferente a un tendido acostumbrado a grandes veladas.

Sin embargo, en juego hay más que tres puntos en liza. La derrota blaugrana hoy supondría agravar la crisis abierta en forma de adelanto electoral. La escuadra de Luis Enrique, un equipo de cartón, ha olvidado qué es hacer buen fútbol y juega de forma ramplona e improvisada. El Barça se ha erigido en una perfecta metáfora del caos, donde el entrenador ha borrado al equipo la impronta y el fútbol que solía atesorar.

A eso se le une la desfachatez de dejar en el banquillo a los mejores jugadores del globo y generar un ambiente enrarecido que tardará en disiparse.

Que el Barcelona vuelva a jugar a lo que sabe pasa por el entendimiento entre Luis Enrique y Leo Messi. Si esta fusión no se materializa, el club blaugrana firmará a buen seguro un año sin títulos en las alforjas. No hay vuelta de hoja y Luis Enrique deberá ceder, bajarse del andamio (desde donde graba los entrenamientos) y buscar lo antes posible una reconciliación con Messi. En su mano está apagar la mecha de un vestuario que acabará forzando su salida.

El astro argentino es imprescindible para la directiva blaugrana y su peso es determinante para la continuación de Luis Enrique. El futuro del asturiano depende, al margen de los resultados que consiga, de los arrumacos que comience a regalar a Leo. Ambos factores van ligados.

El Barcelona no contempla la salida del argentino y apuesta por zanjar el enfrentamiento lo antes posible. En este escenario irrumpe el Atleti con hambre de triunfos, muy crecido después de ganar al Real Madrid en Copa.

El Cholo cuenta con una plantilla súper motivada, liderada por un Griezmann en estado de gracia. Cinco goles en los dos últimos partidos ligueros son su carta de presentación. Empezó 2015 como cerró el pasado año, marcando. Tantos que le colocan como uno de los jugadores más en forma del campeonato y que le aúpan como el máximo anotador del equipo en Liga con ocho dianas.

Los triunfos del glorioso están ligados a su acierto. El delantero galo debe ir imponiendo sus galones para convertirse en el referente del Atleti y borrar de la retina de los aficionados colchoneros los goles de Diego Costa.

Pero junto al francés ha llegado el refuerzo de Torres, que se marchó cuando era un niño, tal vez demasiado pronto, y regresa ahora como un curtido hombre, tal vez demasiado tarde. Pese a ello, Simeone apuesta por que sea un revulsivo psicológico y mesiánico. Puesto en duda en Inglaterra e Italia, el Atleti ha incorporado a un delantero, desprovisto de la eficacia letal de antaño, pero que jugará un papel intimidatorio en la zaga rival y que promete llevar alegrías a la ribera del Manzanares.