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Cine 'Into the Woods'

Mucho cuento

El musical tiene sus fans, sí, pero me apresuro a precisar que yo no me encuentro entre ellos, a excepción de un puñado de títulos que se pueden contar con los dedos de una mano: Oliver de Carol Reed, Cabaret de Bob Fosse, Bailar en la oscuridad de Lars Von Trier, The Rocky Horror Picture Show de Jim Sherman y Chicago de Rob Marshall. De este último es la versión cinematográfica del musical de Stephen Sondheim y James Lapine Into the Woods, estrenado en Broadway en 1987, con Bernadette Peters en el papel de la bruja mala del cuento, o, debería decir, de los cuentos, pues el musical de Sondheim y Lapine entremezcla argumentos de distintos cuentos de los hermanos Grimm.

En la versión de Marshall, Peters le cede el testigo (y quién sabe si el Oscar, el cuarto) a Meryl Streep, quien se adueña del personaje de la bruja al punto de ser el indiscutible motor de la película, que, dicho sea de paso, no cumple las expectativas convocadas. Sobre el papel, Into the Woods tenía todos los ingredientes suficientes para repetir el éxito del musical de Broadway: majestuosa ambientación, vestuario y caracterizaciones para proporcionar el toque de cuento de hadas. Todo ello se cumple enteramente pero con un remanente negativo atribuible a la falta de convicción e ingenio para elevarse por encima de la autoparodia, como ocurría en La princesa prometida de Rob Reiner.

Casi podría decirse que Into the Woods no es realmente una película musical, sino una especie de juguete caro y narcisista que funciona con la fría pulcritud de un reloj de cuco, impecable técnicamente, pero hueco por dentro: la maldición que la malvada bruja echa a un panadero (James Corden) y su mujer (Emily Blunt), no es más que la excusa argumental sobre la que Marshall construye un espectáculo híbrido y carruselesco, lleno de subidas y bajadas, que convierte su visionado en un verdadero tour de force de despropósitos.

Es precisamente esto último lo que nos recuerda el principal problema de la película de Marshall. Into the Woods es un musical predecible, sin personajes especialmente memorables (sí, Streep está bien, pero ella siempre está bien), en donde asoma solo esporádicamente el talento visual del director de Chicago y Nine, y aun así de manera desproporcionada al tamaño de la historia. Marshall necesita más que nunca un proyecto a la altura de su gran vuelo escénico y cinematográfico, y puede (y debe) todavía darnos una película redonda. Mientras tanto y hasta entonces, mejor lean a los hermanos Grimm. Sus cuentos, como dijo Jostein Gaarder, proporcionan a la humanidad una lengua materna común. Aquí sólo hay mucho cuento.

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