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Zigurat

La Grecia clásica

Cuando escribo estas líneas aún cuentan los votos en Grecia. Pero todo hace suponer que el mapa social griego puede cambiar con esta holgada representación de Syriza a dos escaños de la mayoría absoluta. Hay que ser experto o por lo menos seguir la política griega para saber por dónde respirará la derecha nacionalista con la que parece que va a pactar el futuro de Grecia.

Si entendemos Europa como una comunidad de naciones, entregadas más al interés económicos que culturales o sociales, es posible que el triunfo de Syriza se convierta en referente para otros países de la unión, que han padecido los rigores y el sufrimiento de la austeridad impuesta por los vecinos del norte que es como ellos entienden que se puede fracturar un estado.

Obligada como nuestro país, España, a sanear sus cuentas, a enderezar la balanza o ajustar el Producto Interior Bruto (PIB) y la prima de riesgo, el país heleno entró en un camino de degradación de la vida publica que hizo brotar, como en otras partes de Europa, el recurrente fantasma del fascismo, concretado en partidos que aunque tengan a muchos de sus miembros en la cárcel no ha bajado su número de diputados y siguen en la brecha mentando razones propagandísticas en una mescolanza de racismo, islamofobia, eurofobia o germanofobia.

A los ajustes de hierro impuestos con la consiguiente escasez de crédito, la destrucción del tejido laboral y empresarial, la suspensión de negociaciones entre patronal y sindicatos, hay que sumar que muchos millones de euros han salido de Grecia en una evasión de capitales como no había ocurrido antes.

Todos los ámbitos de la vida pública se han visto perjudicados; para las personas más vulnerables por el paro, las prestaciones sociales o la propia educación, ha sido un calvario que no ha terminado porque queda la crucifixión: la reacción de los gobiernos europeos ante está sonada victoria, no menos voceada ante el intento de desacreditar a sus líderes, como están haciendo, hacen y harán en España.

Ciertamente hasta que un grupo político no toca poder o haga oposición, no se puede saber qué línea política seguirá, porque los programas políticos están para incumplirlos, que es a lo que nos tienen acostumbrados, y ante la hecatombe es mejor sumarse a los fastos con los ojos bien abiertos y los oídos prestos a escuchar el canto de sirena de los que no están en el barco.

Algunos temen el efecto "llamada" en todo el sur de Europa; esto es que se apoye el espaldarazo mayoritario de los griegos en las urnas a un partido que quiere ser un revulsivo económico y cultural sin que la calidad y las auxilios sociales de los gobiernos caigan y ocupen su lugar, como está ocurriendo, las empresas privadas, con la consiguiente merma en la calidad de la asistencia.

En la Grecia clásica se profundizaba mucho en la buena go-bernanza, los gobernantes se pretendían filósofos, o por lo menos aspiraba a ello. Algunos eran sabios y representaban, en aquella incipiente democracia, a sus electores de las distintas regiones del país.

En estos momentos no es posible un cambio radical: ni abandono del euro, ni desgajarse de Europa; pero bien podrían recordarles que en Grecia se pusieron las bases del pensamiento europeo y occidental. Igual aprenden algo, aunque sea releyendo a los clásicos.

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