No pretendo ofender a nadie, ni tan siquiera a los que el sábado salieron a la calle para hacerles el juego a tres irresponsables, que quieren destrozar nuestro país. Desde la independencia que me da el no ser ni político, ni periodista, ni persona pública de ninguna clase, quiero denunciar la locura que se está produciendo sobre todo en la clase social menos instruida y más desconocedora en materia política, terreno en el que arraiga mejor el populismo, la mentira y el afán de los sin escrúpulos por someter a un pueblo honrado y sincero. Es blanco y en botella la intención de estos salvapatrias y los que no lo vean así, puedo asegurar que son ciegos.

No se puede defender un comportamiento envidiable de nuestros actuales gobernantes, ni de los anteriores; la ineptitud, la corrupción y el desinterés por la defensa de los ideales del pueblo, son las banderas y el mérito de estos señores. Pero no por eso hemos de suicidarnos arrojándonos por el precipicio de Podemos. El judas de Rajoy, que embaucó a sus votantes prometiéndoles rectificar la nefasta política social de Zapatero, es una de las causas del malestar popular, pero no justifica tanta desesperación como presentan los que se entregan a los brazos de unos populismos conocidos y muy trasnochados. Pero, ¿saben lo que nos espera si estos señores controlan el poder? Sería preciso que reflexionáramos sobre la educación que espera a nuestros hijos, las libertades de información y movimiento, el destino de nuestras propiedades, la libertad religiosa, la democracia, los valores morales (ya muy debilitados), el libre abastecimiento (sin cartillas), las ideas políticas, el estado de bienestar... Si continúan en ese empeño de destruir España, por culpa de la traición de Rajoy y la ineptitud de Zapatero, por favor, adviértanlo para que vayamos preparando el pasaporte y emigremos a otras tierras.