Los dirigentes catalanes, políticos o deportivos se envuelven con la bandera catalana para convertir sus problemas personales en asuntos propios de todos los catalanes. Josep María Bartomeu ha hecho lo mismo que algunos de sus predecesores y se ha acogido a sagrado. Aprieta la Agencia Tributaria y el juez Pablo Ruz le imputa por presuntos delitos contra la Hacienda pública y la salida es decir que los poderes del Estado no han visto con buenos ojos el fichaje de Neymar, Desde Can Barça se ha vuelto a insinuar que sigue existiendo "el equipo del régimen". O sea, parece que quienes están en contra del crecimiento deportivo barcelonista son "los poderes del Estado".

Viene de antiguo abrigarse con la cuatribarrada y también de antiguo desviar la atención de un problema poniendo como culpable directo a Madrid. Y no sólo al club que lleva nombre de la capital, sino a todo lo que políticamente representa.

Para no remitirse al tiempo de los fenicios, recurriendo a historia más reciente. El Barça se sintió agraviado, y con razón, cuando el Consejo de Ministros dictó sentencia salomónica en el caso de Di Stéfano para que éste jugara en Barcelona y Madrid, alternativamente, durante cuatro años. El presidente del club, Agustín Montal padre, se limitó a decir "per a vostés el pollastre".

Se armó la marimorena con el penalti que pitó Guruceta por derribo de Rifé a Velázquez, fuera del área, como se demostró por vez primera, con imágenes de televisión. Tenía razón el club barcelonés en aquella ocasión. Madrid le respondió con la final de Copa del 68 (Estadio Santiago Bernabéu) en que venció el Barça por autogol de Zunzunegui, que tuvo como consecuencia el lanzamiento de cientos de botellas al campo tras lo cual se prohibieron estos envases en los campos. Aquí, el madridismo hizo culpable al árbitro mallorquín Rigo que fue anatematizado hasta el final de sus días. Aquella función acabó con el diálogo del palco presidencial, con Franco presidiendo, en el que doña Ramona, esposa del general Camilo Alonso Vega quedó compungida por la derrota. El general le dijo: "Felicita al presidente del Barcelona". Doña Ramona respondió: "Si, claro a fin de cuentas Barcelona también es España". El presidente barcelonés, Narcís de Carreras, sentenció: "Senyora, no fotem".

José Luis Núñez, catalán nacido en Baracaldo,se roció de espíritu catalanista y con la senyera en la mano se enfrentó al Madrid de Luis de Carlos. Tuvo que intervenir el honorable, éste de verdad, presidente Josep Tarradellas, para acabar con una historia que estaba contaminando las relaciones políticas de la recién restaurada Generalitat, con el Gobierno del presidente Adolfo Suárez.

Hubo trasvases de futbolistas de uno a otro equipo, Ronaldo, Schuster, Milla, Goyvaerts, Lucien Muller, Tejada, Evaristo, Luis Enrique, entre otros, que no causaron gran escándalo ni heridas profundas. Pero llegó Florentino Pérez con el fichaje de Figo y ardió Troya. Desde la presidencia de Florentino se ha ejercido un trabajo muy profesional para conseguir grandes ingresos y con ellos permitirse el lujo de fichar a los mejores jugadores del mundo.

Florentino ha tenido en sus manos a jugadores tan mediáticos como David Beckam y con la mejora económica, que le ha llevado a ser el club más rico del mundo, ningún fichaje, por costoso que sea, se le puede escapar. Así ocurrió con Cristiano Ronaldo cifra próxima los cien millones. Garet Bale, parece que los cien redondos y los demás contratos de los últimos años como Kroos y James Rodríguez han sido producto de generosa chequera. La misma que tuvo el Barça cuando contrató a Johan Cruyff por cien millones de pesetas. Agustín Domínguez, que llevó las conversaciones, porque el presidente del Ajax era amigo de Bernabéu, confesó que era la primera vez que había visto un cheque de cien millones. El Madrid no alcanzó tal cifra y el holandés se convirtió en símbolo casi catalanista.

El Madrid también aspiró al fichaje de Neymar. En algunos medios madrileños se llegó a afirmar que la operación estaba cerrada. No hubo tal porque Sandro Rosell, presidente del Barça, tenía, por sus negocios personales, buenas relaciones en Brasil y se llevó el gato al agua. Y fue porque se manejaron cifras con las que presumir de que se fichaba a la estrella del momento por menos de lo que había costado Cristiano.

El Barcelona se enredó con las cifras. De tal manera que insistió en que sólo había costado 57 millones y luego, como en las cuentas del Gran Capitán, entre palas, picos y azadones, cien millones. El montante se trató de disimular con cantidades a favor del padre del jugador para que ejerza de descubridor de estrellas en Brasil. El reparto de cantidades sugirió muchas sonrisas irónicas y fundadas sospechas.

El ex presidente tuvo que dimitir porque en esta contabilidad se le están pidiendo explicaciones. Aún las tiene que dar y en el juzgado. El vicepresidente, que firmó aquella operación, es Bartomeu y de ahí que desde hace tiempo se haya dicho que tendrá que pasar por el duro trago de comparecer ante el juez Ruz. quien no ha querido separar la pieza que afecta a Rosell con la suya.

Bartomeu ha querido convertir al club es víctima de la venganza centralista por sus manifestaciones catalanistas, hecho que siempre se había tratado de difuminar con la tesis de que hay socios del club de muy diversas tendencias. Bartomeu se ha querido poner a la altura de Joan Laporta, que nunca tuvo empacho en manifestar su tendencia política. Ahora ha anunciado que se presentará a las próximas elecciones, las convocadas por Bartomeu con el deseo de salvar su poltrona. Con vistas a los comicios y aunque medien los problemas de tipo jurídico, el presidente barcelonista ha querido centrar los problemas con Hacienda en la envidia de algunos, en el despecho de quienes quisieron fichar a Neymar y no pudieron. Una auténtica salida de pata de banco. Salvo que ante el juez se demuestre que tiene razón. Como dice el personaje de Katiuska, representante las media Corona Imperial, "el deber no es el deber, el deber es el pagar". El Barça y Pujol, dos instituciones ante los tribunales. Ambos, envueltos en la senyera.