La Provincia - Diario de Las Palmas

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Concierto a dos bandas

Sensaciones extrañas las que me quedan tras el Concierto del martes dentro del 31º Festival de Música y es que me causó cierta sorpresa oír el bellísimo Concierto de piano nº 23 de Mozart con un fortepiano, pues, aunque estuvo muy bien interpretado por Francesco Corti con la dirección de Marc Minkowski a los excelentes Musiciens du Louvre Grenoble, francamente eché de menos una interpretación moderna de tan magnífica obra, tantas veces oída en versiones modernas.

Como novedad, muy bien, pero como placer estético no tanto, aún recordando pasajes muy buenos, como la cadencia del Allegro, la musicalidad del Adagio con un diálogo precioso del solista con los instrumentos de viento y la viveza del Allegro assai. Fue una versión muy historicista con intervenciones del escasamente sonoro fortepiano reforzando la armonía que, aunque figuran en la partitura, se han suprimido en las interpretaciones modernas.

Mejoró mucho el Concierto de violín nº 5 en la mayor, también de Mozart, en la que actuó, y muy bien, como solista, el concertino Thibault Noally, con un sonido terso, fácil digitación y gran expresividad demostrada en su primera intervención solista con ese corto Adagio dentro del Allegro aperto. Todo el concierto fue una auténtica delicia, con una cantabilidad magnífica en el Adagio y con ese extraño Minueto que es el Rondeau con su Trío turco, en el que Orquesta y solista rivalizaron en beneficio de la Música. Los dos solistas interpretaron, ante la ovación del público, un movimiento de Sonata, de Mozart naturalmente.

Que Marc Minkowski es un gran director nos lo había mostrado ampliamente en varios detalles, como el de aligerar las cuerdas en los conciertos de Mozart para obtener un sonido más equilibrado y, sobre todo, en su fraseo claro, natural, fluyente, y la Sinfonía Grande, de Schubert nos lo revalidó, pues con una cuerda (4, 7, 7, 9, 10) quizás insuficiente para la obra, no se notó en absoluto, con un equilibrio sonoro insuperable. El legato de la trompa en el inicio de la obra, con la respuesta del oboe, ya nos indicaron que estábamos ante una interpretación magnífica de tan bella obra con una sonoridad de ensueño, recordando las intervenciones de los cellos, de los trombones (sobre todo en esa frase corta ascendente del Movimiento inicial, estupenda en su pianísimo). En fin, toda la Orquesta y su director nos dieron una versión romántica que, de seguro, hubiera encantado a Schumann, gran defensor de la difusión de esta obra.

En resumen, tres conciertos con versiones historicistas, en un Festival de diez funciones resulta un poco exagerado y se notó en los muchos claros del aforo?Y la taquilla es importante porque demuestra el gusto del público y porque reduce la aportación oficial.

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