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Aula sin muros

Por qué se estropean el sofá y los sillones del salón

De lo que se queja una madre, esposa o ama de casa no es del sillón o la mecedora del cuarto de un anciano, un enfermo o un gran dependiente cuyo único entretenimiento pueda ser no despegar los ojos del televisor hasta las horas de las comidas o que alguien le ayude a levantarse para ir a acostarse. Es del sillón desgastado por los brazos, deshilachado en sus costuras o manchado por el culo de los vasos o manchas de pizcos de comida y bocadillos de media tarde o cenas de duermevelas. Lo ocupa otro tipo de gente del entorno familiar pero ahora con un nuevo padecer de la mente embotada en pensamientos deprimidos de baja autoestima o los músculos entumecidos de tanto caminar a ninguna parte. Estos son los síntomas. La causa: el desempleo, el paro crónico que no atenúan las "chapucillas" (economía sumergida de los pobres y clases medias) que tanto afecta a quienes lo padecen como a las personas del entorno que asisten impotentes a tal deflación de ánimos y no dejan de suspirar: "hasta cuándo tendré a este hombre o 'cristiano', metido entre las cuatro paredes". Si no tienen una arraigada afición, como puede ser la pesca o el senderismo, hoy afecta, según la Encuesta de Población Activa, al 33,4% de la población total y el 60% para menores de 25 años de la gente canaria. Para este sector de la población de las Islas supone, si no se decide "la movilidad exterior", eufemismo utilizado por alguna ministra y director general del "desempleo", emigración pura y dura además de un grave deterioro para sus depauperadas economías familiares. Pero en esos sillones o sofás, salpicados de restos de comidas con los apoyos limados por tanta gente de brazos caídos, se musitan pensamientos de deterioro y se gestan posibles comportamientos de autodestrucción. Lo afirman, entre otras instituciones profesionales y científicas, la Asociación Psicológica Americana, cuando afirma que: "Las personas desempleadas corren el doble de riesgo que las personas empleadas de sufrir problemas psicológicos tales como la depresión, ansiedad, síntomas psicosomáticos, bajo bienestar psicológico y problemas de autoestima". Los hace invisibles ante los demás, sentir vergüenza ante la propia familia, porque la cronicidad en el desempleo es proporcionar al aislamiento social. Síntomas de infravaloración y sentirse inútil que no solo aparece en los parados de larga duración sino en los que trabajan en un empleo precario, contratos parciales y trabajar sin perspectivas de mejora, en trabajos inferiores a su cualificación profesional. Son, entre otros, los llamados jóvenes y no tan jóvenes ni-ni. Ni trabajan ni estudian. Un pernicioso círculo vicioso que, en desempleados rechazados por las empresas en razón a su edad tanto como en jóvenes que buscan, con desesperación la manera de ganarse el primer sueldo, produce una sentimiento de fracaso personal y social en quien lo padece. Sensación de vacío, encontrarse un día y otro con ganas de quedarse en la cama hasta tarde para no tener que mirar el mismo horizonte empequeñecido, a través de los vidrios y visillos de la ventana, cuando no adictos a ver cualquier programa de televisión trufado de sueños para ellos imposibles de cumplir. Sufrimiento de madres compasivas, puede que en un tiempo también trabajadoras de dentro y fuera de casa, ansiosas, en "un vivir sin vivir", por ver el día en que su esposo o hijo abandone el rincón de su atonía y diaria soñera para mover mesa, rinconera o mandar a tapizar el sillón del salón.

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