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'The Interview'

Mutación antifascista del humor gamberro

Hay comedias que sobrepasan sus límites y nos obligan a valorarlas tanto en su aspecto fílmico como en lo que provocan fuera de la pantalla. De eso se trata la sátira política, en el fondo: de enseñar un bonito capote rojo y que la realidad le entre de cabeza. El problema es que, como ocurrió con los dibujantes del Charlie Hebdo o con Lenny Bruce, la realidad tenga tanto de morlaco que acabe llevándote por delante. Uno se acuerda de El gran dictador, con Chaplin por delante, siempre por delante, primero, con los nazis protestando por la película y los estudios de Hollywood acongojados y, después, acusado en Norteamérica de ser un peligroso comunista y desterrado de Estados Unidos. También ahí está La vida de Brian de Terry Jones, con los integristas religiosos frente a los cines donde se proyectaba, rasgándose las vestiduras de colores por esa increíble ofensa de los Monty Phyton a "su" religión.

El dúo Seth Rogen/James Franc aplica su método de trabajo habitual a The interview: la comedia gamberra y adolescente, al estilo de su último filme, Juerga sin fin, incubada en medio de la dictadura "comunisto-norcoreana" de Kim Jong-un.

Con su viaje al país asíatico no tratan los directores de explicar la situación del pueblo coreano o plantearse una sátira alrededor de un sistema dictatorial. Ellos solo quieren, como buenos chavales descarriados, dar de (muchos) palos al decano de la Universidad quien, en este caso y por casualidad, es un líder asiático de extrañas aficiones. Con pequeñas vueltas de género como ese "bromance" (un amor romántico no sexual entre hombres heterosexuales) entre Franco y el dictador, The interview se demuestra como una mutación interesantísima y transversal de subgénero. Se trata de vapulear al muñeco y eso, a veces, resulta liberador.

Aún en su versión más autista e idiota, la sátira política se justifica en ocasiones por su efecto en el o en lo satirizado. En este sentido, The interview es un triunfo absoluto. Las consecuencias que ha tenido su estreno, como el ataque a los servidores de Sony o el filtrado de los estrenos más potentes de la compañía, ya compensa las posibles deficiencias de la cinta.

La película molesta, y mucho, al régimen de Pyongyang: es una forma estupenda de meter el dedo en el ojo al asesino miserable que comanda el destino de millones de (pobres) personas. En la guitarra del cantautor norteamericano Woody Guthrie (1912-1947) se podía leer "esta máquina mata fascistas". The interview no los mata, pero les toca tanto los galones que da gusto verla.

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