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Entre bastidores

Modernizar Grecia

La lógica de las relaciones económicas dice que cuando un acreedor accede a renegociar una deuda tiene derecho a meter las narices en la gestión del ente deudor, sea este una empresa o una institución. Puesto que el acreedor tiene la libertad de aceptar o no unas nuevas condiciones, es razonable que quiera asegurarse de la fiabilidad del deudor, y de que los nuevos plazos, tipos y carencias no van a desembocar en otra perspectiva de impago por mala gestión o, simplemente, porque la entidad deudora es inviable. Pero si tras varios años aplicando las recetas del acreedor la entidad deudora sigue sin levantar cabeza mientras la deuda no para de crecer, cabe pensar que tales recetas no eran las correctas y que hay que replantear todo el operativo.

Puede haber ocurrido, por ejemplo, que los enviados del acreedor tan solo hayan ordenado al deudor que deduzcan sus gastos, para así reducir las pérdidas. Parece de cajón. Pero tal ajuste puede ser insuficiente, o directamente inútil, cuando el problema del ente radica en su ineficacia e ineficiencia absolutas. Cuando sus procesos están totalmente viciados y llenos de agujeros que se comen todo lo que se les acerca, y que se pueden considerar agujeros negros porque lo que absorben se dirige hacia la oscuridad de la economía opaca. Si se da esta situación, gastar menos no sirve de nada, porque los agujeros van a tragar lo mismo y el resto de la economía va a coger una anemia mortal por desnutrición.

Hay un cierto acuerdo entre los expertos en que la de Grecia es una economía ineficaz e ineficiente en comparación con la media europea, y sin embargo sus problemas de deuda se quisieron solucionar imponiendo una reducción drástica del gasto público, sin exigir al mismo tiempo una revolución de los procedimientos. "Deben recortar, decidan ustedes dónde". Se ordenaron reformas pero no se atendió a si las realizaban con sabio bisturí o con sierra mecánica. Al cabo de cinco años, la deuda está por las nubes, hace falta un nuevo rescate y la anemia impide el esfuerzo necesario para revertir el proceso.

Syriza ha llegado al gobierno culpando a los acreedores, y eso les duele, pero su advenimiento da una nueva oportunidad a Europa para replantear la situación. Si unos y otros dejaran los términos desafiantes y las amenazas de fractura de la eurozona para los mítines, y empezaran a hablar realmente de cómo atacar la raíz del problema, las cosas podrían cambiar. Se trata de modernizar el estado griego, de extirpar el clientelismo político y el poder y la impunidad fiscal de las oligarquías, de implantar procedimientos asimilables a los que cualquier país del euro. Tarea propia de Heracles, pero indispensable. Ya que se permitió a Grecia entrar en el euro sin estar preparada, tal vez haya que ayudarla a ponerse al día. Si es que realmente la queremos fuera del agujero. Y si es que Syriza quiere realmente hacerlo.

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