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Apuntes

Venezuela o Alemania: he ahí la cuestión

Durante la dictadura franquista, y aun en los inicios de la Transición, los partidos políticos españoles recibían ánimo, consejos e impulso por parte de sus afines en Europa. El legendario sueco Olof Palme -asesinado en febrero de 1986 en la calle, por su empeño en ir sin escolta- pidió ayuda para los demócratas españoles con una hucha en la mano en una plaza de Estocolmo. Claro, además estaba la solidaridad de la socialdemocracia sueca. También la Fundación Friedrich Ebert, del SPD alemán, apoyó al PSOE. Por su parte Alianza Popular (embrión del PP) y los nacionalistas CiU y PNV recibieron la contribución de la democracia cristiana europea y de la poderosa fundación de la RFA Konrad Adenauer. Es decir, para entrar en materia, todos estos partidos, y otros muchos, tenían a los países más avanzados en democracia y estado de bienestar como modelo de futuro. Los españoles sensatos querían ser parte de esa Europa avanzada en todos los órdenes. Para que la Europa del Sur pudiera parecerse a la del Norte y del Centro Felipe González obtuvo la creación de los fondos de cohesión, que luego, al paso de los años, se despilfarraron en lujos por gobernantes poco escrupulosos y con delirios de estupidez.

Ahora surge el asunto de la financiación de Podemos que comenzó a ser inquietante poco a poco, cuando se supo que el guía supremo, Pablo Iglesias, había hecho trabajos para los regímenes de Hugo Chávez y de los ayatolás iraníes. Finalmente, unos extraños ingresos en las cuentas de Juan Carlos Monedero, justificados como pago por unos misteriosos dictámenes encargados por los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Bolivia, sembraron serias dudas acerca de su verdadero carácter: ¿era este dinero el resultado de unos encargos académicos o por el contrario se trataba de una inyección económica a Podemos? ¿Es Monedero, sugieren desde el PP, el Bárcenas de Podemos? Las alarmas se pusieron en modo ambulancia medicalizada cuando portavoces venezolanos dijeron que estaban muy alegres porque en Grecia y en España iban a ganar "los nuestros". Eso es clave. Aparte de que el profesor Monedero haya utilizado una sociedad instrumental, y sin personal, para pagar menos a la Agencia Tributaria, cosa que negó, pero que luego ratificó de facto cuando hizo una declaración fiscal complementaria, está la otra faceta, que es la políticamente más relevante: ¿son Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua el ejemplo de países que Podemos, o al menos su núcleo fundador, propone para España?

Hay notables diferencias con los partidos democráticos de la Transición: ellos querían que España llegara a ser como las naciones líderes del mundo: líderes en democracia, líderes en derechos humanos, líderes en economía, líderes en cultura... De momento, muchas de las referencias de los creadores de la marca Podemos son cuando menos turbadoras: Venezuela es una suerte de democracia autoritaria de elecciones plebiscitarias, quebrada financieramente a pesar del petróleo -que ha tenido hasta hace unos meses unos precios excepcionales- con una pobreza que atenaza a la mayor parte de la población, sometida a expropiaciones y confiscaciones caprichosas de pequeñas propiedades familiares (contra los emigrantes canarios se ha desplegado una especial saña), con una altísima delincuencia y con una corrupción generalizada. La lista Falciani revela que el Gobierno venezolano tenía en 2005-2007 unos 12.000 millones de dólares en el HSBC de Suiza mientras en Venezuela no había -y sigue sin haber- papel higiénico (elocuente indicador de la miseria) alimentos básicos, potitos infantiles... Nicaragua tampoco es un ejemplo: viejos sandinistas se reparten la piñata bajo el mando del eterno Ortega.

Podemos ha sido el resultado sorpresa de un ensayo de laboratorio; lo mismo que se descubrió la viagra por casualidad, el movimiento de los indignados fue el caldo de cultivo que aprovecharon unos profesores de Ciencia Política de la Complutense. "Ese es el mayor pecado de los creadores de la marca: desactivaron las mareas ciudadanas que estaban presionando a los partidos llevándolos al ámbito de lo real para organizarlos en su solo provecho político", comenta una desencantada del 15-M. "Primero dijeron a la gente que no lo harían, y después lo fueron haciendo... desde los platós de tertulianos de televisión".

La incógnita es si la política y la gestión en tiempos de crisis, la pueden llevar a cabo con éxito aficionados y teóricos inexpertos encandilados con el chavismo. O si el remedio puede ser peor que la enfermedad. En los 80 Canarias fue un tubo de ensayo: el fenómeno UPC fue, tal cual, un proceso como el de Podemos, que terminó desastrosamente. Lo bueno es que aquel punto crítico curó muchas enfermedades infantiles.

(tristan@epi.es)

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