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La ciberesquina

El internet de las cosas, el 'roaming' y el futuro

La celebración en estas fechas del Mobile World Congress, en Barcelona, no para de generar chismes y expectativas con alta carga tecnológica en el mundo empresarial. Ya se sabe que lo sustentado en internet y en la telefonía móvil asociada al uso de la red son tendencia para los emprendedores... y las grandes firmas que pretenden consolidar en el futuro su posición de predominio en el mercado. Y es que en ninguna corporación se desea pasar por un momento Nokia: que el partido no parezca controlado, porque un gol de la competencia altera todo el panorama.

Se habla en la Ciudad Condal del 'internet de las cosas'. Qué cosas, vaya... La llamada tercera oleada de internet nos llevaría a estar conectados más allá del ordenador de sobremesa (primer tubo para el navegante virtual) y los dispositivos portátiles (otra cresta en la que surfear en la web). Es tener ancho de banda en las playeras para salir a correr (y ajustarse al mapa de Google, por ejemplo), en la cazadora (para localizar locales de moda), en los nuevos relojes inteligentes o en las tan famosas gafas que, cómo no, también Google ha ingeniado.

El salto es, desde un punto de vista cultural, alucinante. Internet deja de estar contenida en aparatos específicamente concebidos para conectar, y se asienta en distintos planos de nuestra existencia analógica. Uno se retrotrae de inmediato a las novelas de William Gibson, involuntario hacedor del Cyber Punk, y se imagina implantes de retina para hacer consultas rápidas en la red sin salir de la propia cabeza; lentillas capaces de identificar perfiles sociales; o, quien sabe, apósitos protésicos que lo mismo sirvan para mejorar la cadera biológica que para almacenar la última temporada de The Walking Dead. Por imaginar, que no quede.

Citando a Gibson, resulta inevitable aludir a su Neuromante, masterpiece de este Julio Verne contemporáneo, capaz de escribir novelas sobre internet antes de que existiera la misma web. En aquél título, el autor imagina corporaciones de grandes empresas que han desarrollado una verdadera inteligencia artificial incorpórea, que vela por la longevidad y preservación de la compañía. ¿El sueño de las operadores de móviles?

Lo apunto porque, igualmente en Barcelona, se ha suscitado un curioso debate sobre las tarifas que se le aplican al usuario hispano. Una firma outsider como Yoigo asegura que se pueden bajar los actuales precios. Por contra, otra marca dominante, Vodafone, sostiene que semejante medida paralizaría las fuertes inversiones que demanda un sector con avances tecnológicos que se suceden a gran velocidad. "Ya", pensará el hijo de vecino que aglutina en una misma factura el móvil, la línea fija y la tele, y que revisa la letra pequeña del contrato para comprobar hasta qué punto la cuota mensual con la que cumple religiosamente es fija. O cómo de variable, no sea que a corto plazo se le altere la contabilidad doméstica.

Resultaría gratuito, en todo caso, desautorizar sin más a los expertos de Vodafone. Lo mismo que menospreciar a los de Yoigo. Sin mentar inversiones o avances futuros, quizás sí que haya una posibilidad de aliviar al usuario de la Europa de los Erasmus y el Euribor: cumplir con aquella promesa de eliminar las tarifas de itinerancia en el territorio de la Unión. ¡Ah, no! Que este mismo marzo Bruselas, a propuesta de la presidencia letona (sí, letona) ha aprobado mantener el roaming hasta 2018. Para que se siga pagando más por llamar de un país europeo a otro con el móvil.

Pero, ¿no era inteligente?

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