Te da miedo el silencio? -le preguntó a bocajarro Emmanuel Carrère a Enrique Vila-Matas en un encuentro casual. Los dos estaban en Florencia y coincidieron en un café.

La pregunta del escritor francés se convierte en hilo conductor del epílogo de Vila-Matas en la reciente reedición de su libro Bartleby y compañía. Con el tiempo supo este escritor que el otro se la había formulado en relación a su libro. Un libro sobre los escritores que caen en el bartlebysmo o silencio creativo. El epílogo lleva el inquietante título La pregunta de Florencia.

Vila-Matas reaccionó a destiempo ante Carrère. Cuenta en su texto haberse acordado luego de una frase que en Bartleby y compañía pronuncia el jorobado narrador: "Hablar es pactar con el sinsentido del existir". Son palabras que me persiguen desde que leí el epílogo. Tal vez, porque revelan el punto del que parte la verdadera literatura: el reconocimiento de la esencia bárbara, inenarrable y muda del mundo.

Nos tranquiliza la simple secuencia, la ilusoria sucesión de hechos, escribió Vila-Matas en otro de sus libros. Añadió seguidamente que hay, no obstante, una gran divergencia entre una confortable narración y la realidad brutal del mundo. Esta idea parece aludir de forma implícita a la cita del jorobado, transcrita antes aquí. La literatura supone, en consecuencia, afrontar el vértigo al vacío, mientras procura cederle la voz al silencio. Es un viaje al fin de la noche, como ha expresado Vila-Matas en múltiples ocasiones. ¿Acaso no es esta la mejor manera de aprehender la realidad en su propia extrañeza?

El enfoque que da este escritor a la pregunta de Carrère sobre el miedo al silencio camina en igual dirección. En el epílogo de Bartleby y compañía matiza que su temor a callar es el miedo a quedarse "sin el mejor lugar que conozco para vivir hechos tan extraordinarios como decir que el mundo no tiene sentido, y acto seguido, observar cómo el timbre profundo de la voz que ha dicho eso es el eco de ese sentido."

Pactar, como lo hace la escritura de Vila-Matas, con la silenciosa realidad implica riesgo y dolor. A la vez, sin embargo, lucidez y liberación, en tanto en cuanto no busca confundirse en el mundanal ruido para salvarse. Un intento, a todas luces, ruin, además de vano.