La Provincia - Diario de Las Palmas

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A la intemperie

Echarse a reír

Esa escena típica del cine mudo en la que un personaje abre el grifo de la ducha y sale el agua por el del bidé nos hacía tanta gracia porque prefiguraba la teoría del caos, del caos doméstico, quiero decir, del caos de andar por casa, del caos que surge, por ejemplo, cuando abres una preocupación sobre el futuro lejano y aparece otra relacionada con esta misma tarde. No sabemos si esta tarde es el futuro, aunque, de serlo, sería también un futuro de corto alcance, a menos, claro, que vayan a fusilarte a las 19.30 y te hayan leído la sentencia. Si te atropella un coche es distinto, porque no estaba en el programa. La mayoría de las catástrofes inesperadas surgen por la tarde, después de comer en todo caso. Pero el grifo de la catástrofe de la tarde se abre generalmente por la mañana. Lo que señalábamos al principio: que sale el agua por donde no debe.

Todo esto era porque me ha venido a la memoria el terremoto de hace unos días con epicentro en Albacete y cuyos efectos alcanzaron a media España. En el bar donde suelo tomarme el gin tonic de media tarde se sigue comentando más que el Debate sobre el Estado de la Nación. Resulta que a un parroquiano le había pillado discutiendo con su mujer.

-Yo me encontraba de pie en el salón -decía- y mi mujer en el sofá, saliendo de la siesta. Habíamos hecho hacía poco obra en casa y yo no estaba de acuerdo con poner cocina de inducción porque me gusta más el gas, así que aprovechó que estaba de viaje para poner lo que le dio la gana. Discutíamos sobre eso, sobre las ventajas de un sistema sobre otro, cuando escuchamos un ruido sordo, como si viniera del subconsciente...

Aquí perdí el hilo. La comparación entre el movimiento telúrico y los rumores procedentes de nuestra parte oscura, efectuada sin ninguna vergüenza en la barra de un bar, me sumieron en una profunda perplejidad de la que tardé en regresar unos minutos. Al volver, el tipo estaba contando que después del terremoto fue a la cocina a prepararse un té y, al encender la inducción para calentar el agua, se puso en marcha en ventilador de la campana de extracción de humos. Dice que él y su mujer, tras superar los primeros segundos de estupor, se echaron a reír.

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