No cabe duda de que en la época del Neandertal o en la del Cromagnon, los humanos no se preocupaban por las fluctuaciones de la bolsa o si la crisis económica iba a entrar en sus vidas hasta quitarles el sueño, porque lo único que les intranquilizaba era el procurar no ser devorados por gigantescos como agresivos animales, inventar el fuego y solucionar la comida del día para los suyos, que no era poco. Esa era la mayor tensión a la que estaban expuestos. En cambio, en el hombre de hoy la tensión nerviosa difiere mucho de aquella época por otros motivos y ahí están próximos al ataque cardíaco o a la úlcera gástrica.

Leo con frecuencia, y con asombro, que uno de los principales problemas de nuestro tiempo es la falta de motivación para trabajar y tener ilusiones en muchos de nuestros jóvenes de hoy, pues lamentablemente no creen en nada: los principios religiosos pasaron a la historia, el sexo lo tienen demasiado fácil, la droga al alcance de sus manos, padres que miman y los hacen caprichosos, consumismo de lo que sea y a toda costa, buena ropa, golf, tenis, y un largo etcétera en donde no encuentran ningún aliciente que les impulse a la acción... y ningún interés por hallarlo. También en las clases más humildes se vive mucho de lo mismo: con toda la fuerza y la juventud en sus robustos cuerpos y con la excusa de que no hay trabajo, ahí están tirados en las plazoletas de la mañana a la noche, fumando, tomando la cervecita de turno, charlando, piropeando a las pibitas que pasan... y esperando a que transcurra la vida y a que papá y mamá me sigan dando la comida y el techo.

Sobre todo esto, el escritor Montaigne definió sabiamente esta carencia de interés en la juventud actual diciendo que "no hay viento favorable para un barco que no tiene puerto de destino" y con cuyo pensamiento estoy totalmente de acuerdo. Por lo tanto creo que no existe en estos muchachos la tensión nerviosa excesiva o el hiperstress, porque estos estados de ánimo generalmente le ocurren a la persona que no lo ha tenido todo en la vida, que ha vivido con muchos desconsuelos, pero tiene ambiciones (yo prefiero decir aspiraciones), inquietud por conseguir algo, por ser alguien en este mundo, por lograr realizar su vocación y para ello le ha sido importante conseguir una norma de conducta con su propia fórmula de cómo saber vivir y hacer para encontrar su puerto de destino.

Alarmante y triste ver cómo jóvenes con una clara demostración de luz cerebral y enorme voluntad para el esfuerzo de sacar una difícil carrera o un complicado oficio, combaten de la mañana a la noche, incansables, la búsqueda de su puerto de destino sin querer perder la batalla, esperando el milagro que por sus méritos les corresponden, (conozco camareros/as y empleados/as de supermercados costeándose sus estudios). Pero muchos de los jovencitos de hoy no le exigen a su cerebro un mayor movimiento de pensamientos sobre cómo lograr esa motivación que les haga reaccionar hacia la búsqueda de un trabajo, aunque no encuentren lo que les place y para lo que, seguro, poseen condiciones. Pero así es la vida: no se puede obtener todo lo que nos gusta.

Entiendo que hoy, más que nunca, está difícil encontrar trabajo, que es uno de los principales problemas de la juventud, pero creo que jamás hay que desalentarse hasta encontrarlo, que ya lo decía el poeta, "caminante, no hay camino,/se hace camino al andar". Sí, lo importante es andar incansablemente hasta encontrar el puerto de destino, porque después de todo, intentarlo también es una motivación y nunca dejará remordimientos ni la herida en el alma de que ni siquiera hubo voluntad de buscarlo. That is the question.

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