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Inventario de perplejidades

Dar la bienvenida al odio

El ministro griego de Finanzas, Yanis Varufakis, que ha sido relegado a un segundo plano en las negociaciones de la deuda de su país con la Unión Europea, recurrió a una cita del presidente norteamericano Franklin. D. Roosevelt para explicar la animadversión que había provocado entre sus oponentes su arrogante sentido de la independencia. "Son unánimes en su odio hacia mí", había dicho el mandatario demócrata. "Y yo doy la bienvenida al odio". La frase la pronunció Roosevelt en Nueva York el 31 de octubre de 1936 durante uno de los últimos discursos de la campaña electoral que habría de llevarle de nuevo a la presidencia de los Estados Unidos. Y con ella se reafirmaba en su intención de continuar con la política del New Deal que estaba llevando a su país a salir de la crisis financiera provocada por la Gran Depresión. Una política, de corte socialdemócrata, que tenia una gran oposición entre los sectores financieros y empresariales principales causantes de la catástrofe económica. Desde su nombramiento como ministro de Finanzas de Syriza hace tres meses, el señor Varufakis ha sido objeto de atención preferente por parte de los medios internacionales. Casi siempre con intenciones aviesas. En unos, se destacaba el componente supuestamente utópico de sus propuestas , y en otros, la chocante diferencia entre sus postulados teóricos y el gusto por la buena vida. Una contradicción de la que la revista Paris Match habría dado buena cuenta en un reportaje en el que podía verse al ministro y a su esposa almorzando confortablemente en la terraza de su vivienda particular, sita en un lugar estratégico del barrio monumental ateniense. El reportaje fue ampliamente difundido y se tuvo como muestra inequívoca de que los progresistas nunca viven como predican. La conversión instantánea de Varufakis en una estrella de la televisión mundial es una prueba del enorme poder de los medios para fabricar imágenes a su conveniencia. No había telediario donde no apareciera descorbatado plantando cara a sus colegas europeos de Finanzas, y no había noticiero donde no nos recordasen que sus propuestas para liquidar la enorme deuda de su país eran absolutamente disparatadas. La atención prestada a Varufakis fue exagerada e incluso se llegó a especular con la posibilidad de que se hubiera convertido en un ídolo para las mujeres y hasta en un símbolo fálico. En algún comentario periodístico (ocultemos pudorosamente el nombre del autor) he leído que el ministro griego con su porte enhiesto y su poderosa cabeza pelada representaba mejor que nadie la moderna masculinidad. Tonterías aparte, no me atrevo a pronosticar lo que será la carrera política de Varufakis, a partir del momento en que hemos sabido de su aparente retirada de la primera línea de la negociación con la Unión Europea. Los griegos son un pueblo antiguo y maestros en maniobras de distracción, y tampoco es seguro que los nuevos interlocutores atenienses vayan a aceptar todo lo que quieran imponerles Alemania y países satélites (entre los que nos encontramos en primera fase de saludo). Lo que no debemos olvidar, en ningún caso, es que los verdaderos responsables de la ruina de Grecia fueron los sucesivos gobiernos del Pasok (socialdemócratas) y Nueva Democracia (conservadores). No Syriza ni Varufakis.

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