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Editorial

Una histórica temporada para el turismo de cruceros

El Museo Elder acoge desde el pasado jueves una interesante exposición que conmemora el 175 aniversario de la legendaria naviera Cunard Line, que en diciembre de 1963 atracó en la punta del muelle León y Castillo el Queen Mary. Con sus características chimeneas rojinegras, sus 300 metros de eslora y 40 de manga, presumía con orgullo de ser la mayor embarcación de pasajeros del mundo. Han pasado más de cuatro décadas desde aquella histórica llegada del transatlántico -ahora amarrado en Long Beach, California, convertido en un museo y hotel flotante- y los puertos de Las Palmas -La Luz, Arrecife y Puerto de Rosario- están a punto de concluir en junio una temporada de cruceros récord. Pese a la recesión, este negocio turístico no ha parado de crecer.

El turismo de cruceros es "una actividad relativamente moderna", según constata en sus informes la Organización Mundial del Turismo, pero con una demanda mundial que ha crecido un 77% en la última década. Surge en Miami en los años 70, pero la capacidad de crecimiento de la oferta -sobre todo en el Caribe, el Mediterráneo y el Báltico- es muy inferior al número de usuarios que desean pasar las vacaciones a bordo de un barco. Los clientes se incrementan a un ritmo de casi el 30% anual, mientras la construcción de más buques y la apertura de nuevas rutas aumenta al 8%. De ahí que la OMT concluya que "el verdadero despegue del turismo de cruceros está todavía por llegar". La zona del Atlántico en que se sitúa Canarias es, junto al Pacífico, una de estas áreas con un mayor potencial de crecimiento, frente a otras zonas consolidadas. El Caribe, donde empezaron a operar los primeros cruceros modernos con pasaje norteamericano, copa todavía el 51% del negocio internacional: 31 millones de pasajeros al año.

El crucero dejó así de ser "un lujo" que solo se podían permitir clientes con alto poder adquisitivo y pasó a ser lo que son actualmente: un producto más de consumo de las clases medias, con precios cada vez más asequibles y donde el todo incluido ofrece una posibilidad de control del gasto resistente a los periodos de crisis. Es un negocio que funciona a lo largo de los doce meses del año, lo que le permite ser competitivo en los precios y adaptarse a cada momento económico. El resultado ha sido que el medio millón de cruceristas de los años setenta se ha multiplicado hasta los 60 millones de viajeros actuales, y hoy en día casi se puede encontrar un crucero a medida de cada viajero.

La competición entre Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria por convertirse en puerto base del mayor número posible de cruceros tiene su razón de ser en el espectacular incremento de este negocio turístico. El potencial de esta zona del Atlántico Medio -que aún está por explotar sus virtudes sobre todo frente a sus grandes competidores en el Caribe y el Mediterráneo- conlleva una consolidación para el destino y una fuerte inyección económica para las ciudades canarias a las que arriban los cruceristas.

Los datos son concluyentes. Hace 20 años recalaban en los Puertos de Las Palmas unos 90.000 cruceristas: Arrecife con 51.500, La Luz con 37.000 y Puerto del Rosario con 1.500. Diez años más tarde, en 2005, los usuarios que escogieron un crucero pasa pasar sus vacaciones fueron 423.100. En la temporada que concluirá en junio se va a registrar una cifra récord: 1.250.000 turistas -la mitad en el puerto de La Luz- un 38% más que en la anterior campaña.

La Autoridad Portuaria de Las Palmas -junto con el Ayuntamiento y el Cabildo- no es ajena a un negocio que crece en número de usuarios, genera actividad económica en la zona, revitaliza la zona portuaria, lleva a la apertura de nuevos establecimientos comerciales y crea puestos de trabajo. El Puerto de la Luz se ha convertido en el primer centro operativo de toda la región, por encima de Tenerife, que lideraba este tipo de negocio hasta no hace tanto, y Madeira. De ahí la ampliación del muelle de Santa Catalina en dos fases para albergar barcos de crucero cada vez más grandes junto a una nueva estación marítima más amplia. Los 1.800 metros cuadrados se han quedado cortos. El puerto de Santa Cruz de Tenerife tendrá dentro de dos años una nueva estación con 8.000 metros cuadrados de superficie cubierta y explanadas de maniobra. Si ahora se puede acoger al mismo tiempo cinco cruceros no hay que demorarse en el proyecto de unir el viejo muelle pesquero a Santa Catalina a través de un puente para poder atracar tres cruceros más.

Y aunque todavía al mercado español y al europeo le atrae poco esta oferta turística en comparación con el americano -en España apenas el 2% de los turistas escogen esta opción, al igual que en Italia o Francia- las grandes operadoras -Cunard Line, Peninsular&Oriental, Fred. Olsen, Union Castle Lines, Yeoward, Aznar, Ybarra o Hapag Lloyd- confían es captar y seducir a millones de clientes europeos aún ajenos a un negocio turístico que está iniciando su expansión en Europa.

Canarias tiene en este nuevo emergente mercado turístico un gran atractivo que tiene que aprovechar, con una oferta muy competitiva frente a otras zonas con las que disputa el negocio, como el Báltico y el Mediterráneo. Sobre todo como atractivo destino en invierno cuando los grandes buques que pasan el verano en Europa se desplazan al hemisferio sur en busca de zonas más cálidas. En la capacidad que tenga de retener esos viajes está el desarrollo futuro del sector en las Islas, sobre todo si es capaz de combinar las ventajas de un territorio europeo -seguridad ciudadana y económica- con el exotismo de los puertos africanos.

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