En una esquina deforme, mal construida, dos individuos con las manos en los bolsillos. Hay una contaminación tremenda, la boina en su mayor esplendor.
- Hoy es la pegada de carteles. Nos quieren forrar...
- Yo me he comprado unos buenos rotus para pintar bigotes, cuernos, patillas, barbas redondas y puntiagudas, y algo más...
- ¿Y?
- Pues te parece poco. Yo no soy Gramsci, sino un becario doctor. diaspórico, metido un tiempo a cuidador de ovejas en Suiza. O sea, que tengo autoridad para ser muy radical, mucho...
- Te vas a convertir en el terror de la papelería...
- Bueno, tampoco quiero llevar la frustración a un extremo. Trato de hacer autoconocimiento del cabreo que padezco...
-¿Y?
- Me traslado a antes de Lehmans Brothers, al sueldo, a los besos menos amargos de mi novia, a que los días eran más soleados...
- Estas fatal. Yo no me siento así: me siento invisible, como un tipo que no le interesa a nadie, que no merece una atención excesiva...
- Pues tu si que tienes encima un buen autoconocimiento. Date cuenta que un exceso en ese sentido te puede llevar a ser nada, a merodear de un lado a otro... A explicar una y otra vez cómo pudiste acabar así, sin sustancia, sólo con el estuche de rotus y rodeado de otros que insisten, una y otra vez, que tienen derecho a algo... No sé... Derecho a la dignidad: simplemente a levantar los ojos de las baldosas, o a poder llevar los hombros sin peso, a no hundirte...
- Bien, me interesa mucho definir el momento en que empece a encorvarme, a lucir una incipiente joroba que al principio no me preocupó. Pero no soy el único: hay montones iguales, marcados por el amontonamiento de una cálida cantidad de desechos insignificantes pero ruidosos y exhibicionistas...
- Coincido plenamente. La fuerza debe estar en tratar de recuperar la posición normal, con todo lo que ello representa. Mal síntoma sería que nos inclinásemos más, que nuestro bambú siga en su doblez.
-Sería inasumible.
