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Papel vegetal

Una sucia campaña de prensa

Seguramente Ed Miliband no era el mejor candidato para llevar a la victoria electoral a un partido laborista escorado otra vez algo más a la izquierda tras su paso por la Tercera Vía de Tony Blair.

Con seguridad lo habría hecho mejor su más telegénico hermano, David, a quien el más joven derrotó, sin embargo, en fratricida pugna por la sucesión de Gordon Brown al frente del partido y que hoy está a la cabeza de una ONG en Nueva York.

El ex ministro de Exteriores, más telegénico y mejor orador David Miliband fue sin duda siempre el favorito de la prensa, y hay quien piensa que es algo que algunos medios nunca le perdonaron a Ed.

Es difícil además saber si hubo siempre un cierto antisemitismo en algunos de los ataques al joven Miliband por parte de los medios más derechistas, entre ellos el Daily Mail, muy leído por las clases medias y populares británicas.

Lo que es innegable es la vesania del ataque de ese periódico contra el padre, ya fallecido, de los Miliband, Ralph Miliband, un refugiado de origen judío nacido en Bélgica y conocido historiador marxista.

En un demoledor artículo, el Mail cargó ya en 2013 contra Miliband y otros intelectuales de la izquierda marxista como el famoso historiador Eric Hobsbawm, o el politólogo Harold Laski, ambos también de origen judío, a quienes acusó de "apologistas de Stalin".

De Ralph Miliband en concreto y bajo el título de El hombre que odiaba a Gran Bretaña, el diario denunciaba su supuesto desprecio por lo que podrían considerarse los pilares del establishment de ese país: Eton, Oxford, los clubes de caballeros, la Iglesia anglicana o el Ejército.

La vieja campaña del Mail contra el joven Miliband recordó a muchos a la que llevó a cabo otro periódico de derechas, el Sun en 1992 contra otro líder de la izquierda laborista, Neil Kinnock.

Ese medio del poderoso magnate de la prensa Rupert Murdoch llegó a publicar durante aquella campaña, que terminó también en un desastre laborista, un titular que decía así: "El último en salir de Gran Bretaña que apague por favor la luz".

Como ocurrió entonces, los tories han conseguido esta vez hacer creer a los británicos, aunque no a los escoceses, que eligieron abrumadoramente a sus nacionalistas, liderados por una joven líder de izquierda, que con el laborismo en el Gobierno se echarían a perder todos los logros económicos logrados con David Cameron.

En un anticipo de lo que puede ocurrir también aquí -con unos datos económicos muy distintos, pero con una sociedad también muy desigual- los conservadores lograron convencer a la mayor parte del electorado de que un regreso de la izquierda al poder pondría fin a la recuperación económica en marcha.

Con los laboristas otra vez al mando se volvería, según argumentaron una y otra vez, al continuo despilfarro de dinero público en lugar de a la creación de riqueza, eterno mantra de la derecha.

Gracias a la inestimable ayuda de ciertos medios, el Gobierno de David Cameron logró además meter el miedo en el cuerpo de muchos votantes con la amenaza de una fatídica alianza entre laboristas y nacionalistas escoceses en caso de empate.

Todo ello, unido al sistema uninominal mayoritario, por el cual en cada circunscripción, el candidato que más votos obtiene es el único elegido en perjuicio de los demás partidos, que se quedan sin representación, contribuyó a un espectacular triunfo tory, no previsto por los sondeos.

Ahora, sin embargo, viene para Cameron lo más difícil: cómo conseguir convencer a los escoceses, que han votado por un modelo económico muy distinto del tory de que les conviene seguir siendo parte del Reino Unido, y cómo evitar que en el prometido referéndum sobre la UE, los británicos en su conjunto no opten por cortar sus lazos con Europa, algo que teme sobre todo la City.

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