Todos los calificativos resultan insuficientes en el triste momento de la despedida de Esteban Hernández Galván, persona que ha sido miembro de mi junta directiva durante más de 27 años, en donde siempre demostró un alto grado de lealtad hacia los restantes estamentos del fútbol sin abandonar nunca la defensa de su amado y querido colectivo arbitral.
En este largo periodo, Esteban me llamó la atención por su capacidad de superación y el rigor en el trabajo. Si hay algún calificativo sobre su labor sería la de aquella persona que siempre hacía realidad sus sueños.
Esta máxima ha sido su santo y seña al frente del Comité de Árbitros, un proyecto que ha construido desde sus cimientos hasta el último detalle. A esta impresionante obra, que su alma inquieta siempre andaba retocando, sólo le faltaba cumplir un objetivo, la celebración de la XXV edición del Tagoror Clinic Internacional, una iniciativa que puso en marcha y por la que se desvivía año tras año cuidando hasta el más mínimo detalle de su organización.
Decimos adiós a un amigo, a un compañero, a un árbitro, pero no borraremos de la memoria del fútbol canario las semillas que sembró, algunas de las cuales ya han dado su fruto y otras lo darán en los próximos años.