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Calafateando

El fango en que se chapotea

Muchos de nuestros amigos se habrán preguntado más de una vez cómo ha sido posible en España tanta corrupción, instalada y penetrada en los recovecos más profundos de los costurones rugosos del cuerpo social. A la luz de lo que ha venido sucediendo, ¿por qué está tan viva? Muy sencillo: es el establishment. ¿Qué país de nuestro entorno cuenta con el mismo desmesurado número de aforados que el nuestro? Esto en sí mismo ¿no es una invitación a que los políticos y miembros de las altas instituciones del Estado se corrompan? Todo efecto tiene su causa. La otra cualidad maléfica es que la corrupción no viene de ahora: ella está instalada desde siempre y pertenece al género humano. Lo que ha ocurrido es que viéndose los efectos nocivos para la cosa pública y, en último término para el ciudadano, que es quien la paga, uno de los gobiernos de Felipe González puso en marcha la Fiscalía Anticorrupción. Es a partir de ahí que empieza a tener carta de naturaleza, a conocerse el fango que hay en todo lo que tiene que ver con los intereses del administrado.

El exmagistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón acaba de dar a la luz un documentado estudio de esta lacra: El fango. Cuarenta años de corrupción en España (Ed. Debate-2015). En él se defiende que la actual situación es heredera del franquismo; que al no haberse dado una auténtica ruptura, el sistema que había y sus actores permanecieron sin solución de continuidad, bien instalados los corruptos con sus prebendas y tejemanejes. Hasta hoy. Con el rigor de quien tuvo que vérselas desde la magistratura, el exjuez nos presenta en detalle la corrupción franquista, en la Transición, en la política nacional: CC AA, diputaciones y municipios, en la Familia Real, en la Banca, la policía, en la Iglesia, en la Administración de Justicia y en todo lo que tiene que ver con el tejido social; y cómo la corrupción, al estar tan presente en cada rescoldo la acabamos asumiendo como algo connatural al ejercicio de la política y el poder.

Aquí ocurren cosas en las que a simple vista parece que estamos en un país sin estado de derecho. Arrojar un perro a la calle da grima, cuánto más debemos sentir cuando quien se lanza a la calle es una pareja de ancianos, cosa en la que algunos ven la más acabada justicia y orden social, aunque nuestra Carta Magna diga lo contrario. Esperanza Aguirre Vs. Manuela Carmena. Aquella no le llega a la suela del zapato a la Tierno Galván versión femenina; obviando de la marquesa su altiva y aniñada malcriadez, es de las que piensan que poner un poco de humanidad a la acción política es subvertir el orden establecido, la llegada de los sóviets de la Revolución del 17. Con ser tan importante el instinto y estar tan arraigado en el hombre, no es lo que le distingue del reino animal; no lo tiene de mejor calidad que el lince. Es el buen sentido para discernir acerca del bien y del mal (a pesar de esa capacidad de odiar sumido en un mundo de tinieblas), el amar al prójimo haciendo suyos los estados de bonanza como las situaciones de mayor necesidad, lo que nos hace seres superiores.

Con la aparición de las mareas, las plataformas ciudadanas y las candidaturas populares se hizo la hora del pueblo, y el pueblo se ha votado a sí mismo. ¿Esto vino solo? No; lo han traído las políticas retrógradas de Rajoy. Tanto tensó la cuerda hasta que partió. Con su mayoría absoluta hizo todo cuanto le dictó su ADN y ello dio un resultado; ahora dice que tuvieron problemas de comunicación, que no han sabido vender la gestión. Pero qué gestión quería vender, ¿los recortes sociales, los desahucios, las privatizaciones, la precariedad laboral y los derechos de ciudadanía usurpados? El verdadero rostro del PP se vio con la mayoría absoluta y esa impronta dictatorial que imprimió a toda su acción de gobierno.

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