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Perspectiva

Enseñanza en España, cosechas mediocres

La eficiencia sale de comparar recursos y resultados. Sirve el axioma para evaluar el rendimiento de un equipo de fútbol o de una plantación de coliflores. Es el valor de lo relativo frente a lo absoluto, la única fórmula que nos permite, por ejemplo, situar al Deportivo de La Coruña por encima del Real Madrid.

El tijeretazo administrativo en los presupuestos de educación desde que comenzó la crisis económica ha puesto al sistema en estado de alerta, cuando no de depresión. Todo el mundo pide más dinero, pero a la hora de definir gastos solemos entrar en nebulosas de inconcreción. Gastar más ¿en qué? Focalizar el esfuerzo en recursos ¿cómo y en dónde?

Es lógico pensar que, en materia educativa, cuanta más inversión se ponga encima de la mesa, mejores "notas" logrará ese sistema. Hay lógica, efectivamente, pero no siempre. Los economistas saben que existen techos a partir de los cuales cualquier extra en gasto resultará improductivo o, al menos, poco eficiente. Esos mismos economistas aseguran que convertir la enseñanza en un nicho de recortes contraviene la idea de que en tiempos de dificultades, dinero en formación. En enseñanza formamos parte del primer mundo, aunque los resultados de las evaluaciones internacionales nos sitúen en el segundo. Cientos de miles de estudiantes españoles de Primaria y Secundaria abordan a lo largo de estas semanas las famosas pruebas PISA y Timss, que no son palabra de Dios aunque nos den pistas sólidas. Que nadie espere milagros.

Hace muchos años que España renunció a la excelencia educativa, comenzando por los "amables" niveles de exigencia académica a los jóvenes que escogen la carrera de Magisterio porque tienen, o creen tener, vocación de maestros. El 4,4% del PIB nacional que se va a educación sigue más de medio punto por debajo de la media de la UE y de la OCDE. Hay países europeos que superan el 6%. No invertimos todo lo deseable, pero es que además hay serias dudas sobre si se invierte bien.

La excelencia está reñida con el café para todos y con un marco educativo convertido en rehén de los políticos y arma arrojadiza de sus luchas estériles. No habrá pacto mientras la educación esté impregnada de ideología, como en los tiempos más rancios de nuestra Historia. Acabamos de aprobar una ley educativa, la Lomce, con aspecto de lánguida desde su nacimiento. Ley medio muerta porque nadie ha querido ponerse de acuerdo en relación con ella.

Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial, acaba de recordar que gastar en enseñanza de calidad es la mejor forma de inversión. Sabemos cuál es la cosecha cuando se siembra medianía: la mayor tasa de abandono escolar temprano de la UE y el mayor porcentaje de jóvenes entre 18 y 24 años que han renunciado a seguir formándose y que tampoco trabajan. Algo así como el 30% de los españoles en ese tramo de edad. El gasto en educación, asegura Jim Yong Kim es "política de Estado", no política del Gobierno de turno. El gasto y las directrices generales. En España nunca se ha entendido así. El resultado, mucho joven sin futuro, mucho adolescente sin cabeza, mucho escolar en el limbo.

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