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Artículos de broma

Los nombres en nuestras ciudades

En los barrios sin parque era frecuente que las pandillas de chavales marcaran sus territorios de juego entre el bar X y el bar Y o entre la marmolería y la carpintería o entre el cruce y el solar. No se usaban los nombres de las calles (toponimia mayor) sino de los negocios o accidentes urbanísticos (toponimia menor). La crisis y el final de los contratos de renta antigua están cambiando la toponimia menor de las ciudades y creando una brecha generacional entre las denominaciones tradicionales y las nuevas y los padres no saben dónde van sus hijos no porque hayan cambiado de localizaciones sino porque se llaman de otro modo.

Una parte de dos generaciones de mi ciudad alcanzó la adolescencia el día en que el lugar de cita de su pandilla pasó a ser "Discoteca", un conocido negocio de cuando -vinilo tempore- las tiendas de música se llamaban de discos y estaban en el centro de las ciudades y no a la vera de las autopistas. Las tiendas clásicas están desplazándose por el fin de las rentas antiguas, que cambia las cosas de sitio como los trasgos de las leyendas rurales y la crisis, con sus cierres y aperturas, está cambiando los nombres de las cosas como la leyenda bíblica de Babel. Hay tal promiscuidad en los bajos comerciales que ante un escaparate cubierto por papeles en blanco no sabemos si se trata de una nueva tienda a punto de abrir o de una nueva tienda que acaba de cerrar.

Los optimistas ven en ello dinamismo, una fuerza de movimiento continuo que defienden por sí misma y por oposición a su contrario, el estatismo, de peor fama. Los defensores ideológicos del dinamismo son gente que tiene tiempo para pararse a pensar y parte de su negocio consiste en que, en una crisis en la que la prudencia aconseja ir con pies de plomo, haya muchos que estén dispuestos a entregar su dinero para fracasar a toda prisa y arrastrar en su caída a otros, los más débiles a la hora de cobrar lo que se les debe.

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