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Zerolo y Zapatero

Pedro Zerolo ensanchó los límites del activismo homosexual, hasta convertirse en precursor de las mareas ciudadanas que definen la presente década de la política española. Toda revolución es estridente, el secreto del diputado autonómico fallecido consistió en encontrar el grado justo de explosivo para su estallido rosa. Al recoger con una sonrisa los insultos que recibía bajo la coartada de la legítima crítica a los políticos, extendió sus maneras reivindicativas a colectivos tan alejados como médicos o profesores. Respecto a las bodas con independencia del sexo de los contrayentes, basta consultar una tabla con su progresiva implantación en el planeta para comprobar que su punto zero es el Gobierno del segundo protagonista de este artículo, Zapatero.

Estos días se homenajea por tanto a un precursor de la política actual, en la que se tambalean las siglas por su incapacidad para encauzar las inquietudes ciudadanas. Pedro Zerolo tenía razón, según la sentencia del erudito Tribunal Constitucional que rechazó por clara mayoría un recurso mantenido durante siete años por el PP contra el matrimonio gay. Sin embargo, el mérito del campeón de los derechos homosexuales consiste en que sus propuestas triunfaron. Con lo cual llegamos de nuevo a la figura de Zapatero, a quien solo desde fuera de España se le reconoce su papel fundamental en la consolidación de los derechos de colectivos que estaban arrinconados.

No me interesó la figura de Zerolo, pero me sobrecoge su impacto en una política que reclama intérpretes solistas, para mejor exigirles la responsabilidad subsiguiente. El activista homosexual y Zapatero reanimaron en su primera legislatura a un PSOE?que parecía caduco. La retirada de las tropas de Irak está hoy tan masivamente aceptada como las bodas entre dos personas con independencia de su sexo, la paridad recibe cada vez menos críticas femeninas. Estas medidas eran de dudosa legalidad según sus enemigos, cambian una sociedad con mayor fuerza que un punto del PIB, y explican que sus beneficiarios se vuelquen en la protesta contra otras injusticias adyacentes. Mientras tanto, Zapatero se estrelló cuando creyó que gobernaba por méritos propios.

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