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La ciberesquina

El cole y la evolución digital

La vuelta al cole amenaza a infantes, púberes y universitarios: está ahí, al doblar la esquina. Pero hoy luce aún más torva el aula para los papás, paganinis del tremendo equipamiento que se demanda para sus vástagos. Uniformes, libros y algunos utensilios anacrónicos en una oficina, pero aún imprescindibles en clase. Desde el afilador hasta la goma de nata... Entre lo que cuesta el desembolso editorial, el precio de los diferentes estampados en whisky escocés y la correspondiente actividad extraescolar, la cuesta de septiembre acaba convirtiéndose en un castigo para las familias. Progenitores, por cierto, que cada vez compran más libros de texto por internet (hasta un 40% de los padres en España recurren a la tienda digital, según un reciente estudio de Amazon).

La comunidad educativa ha terminado por asumir como una economía de mercado todo este despliegue, erizada más con las polémicas recurrentes sobre las reformas y re-reformas de los planes de estudio (endemismo español inigualable) que con la vigencia del modelo. Se estima, por ejemplo, que siete de cada diez bebés trabajarán en profesiones que hoy no existen. Todo, por la evolución digital. Puestos de trabajo para los que, obviamente, hoy no existe una formación en las aulas.

La clase permanece reticente a la innovación, aunque cada vez más son los colegios que recurren a las tabletas para que sus alumnos no sobrecarguen sus mochilas y se acostumbren al contexto que marcará sus vidas. Y cada vez más se imponen las fabulosas pizarras electrónicas, que permiten a los profes guardar sus lecciones magistrales para repetirlas y mejorarlas en promociones sucesivas, entre otras ventajas. Pero la renovación de los materiales es lenta, en parte por la propia revisión del mercado editorial, pero también por lo anquilosado de un sistema que parece quedarse por detrás de la realidad. Es el momento, pedagogos, educadores, maestros, programadores y centros educativos: hay que ponerse al día, sin suprimir cultura o conocimientos que siempre serán válidos. Pero hay que ponerse... En equipos y en contenidos. En la manera de impartirlos. Y no sólo por el bien de los estudiantes. El cole corre el serio riesgo de quedarse obsoleto en relativamente poco tiempo. Y no hay nada peor para la educación que perder prestigio, por muy obligatoria que sea.

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