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Inventario de perplejidades

El belén, segun un marxista

Como todos los años por estas fechas, he vuelto a sacar del armario las figuras del belén. Las compré en la ciudad portuguesa de Viseu, en una pequeña tienda que todavía existe cerca de la catedral. Son unas humildes figuras de barro pintadas en esos colores vivos que tanto gustan en el vecino país y representan a todos los personajes del acontecimiento. Ahí están, dentro del establo, María y José, el niño recién nacido descansando sobre un humilde pesebre, la vaca y la mula que le dan calor, y un grupo de pastores que acudieron a festejarlo avisados por un ángel. Y además de esos, que son los protagonistas principales del misterio, hay unas lavanderas esforzándose en limpiar un cesto de ropa junto a un río hecho con papel de plata; un pescador con su caña; un panadero junto a su horno; tres herreros atizando el fuego de una fragua; varias mujeres llevando sobre la cabeza unas vasijas que bien pudieran estar llenas con leche, con agua, o con harina; un hombre cargando con un tonel de vino a la espalda; y, en fin, una serie de personajes del mundo rural en versión portuguesa, incluido un fogueteiro como los que acuden a verbenas y otras celebraciones. Por supuesto, al fondo del decorado no faltan los tres reyes magos a caballo que vienen desde Oriente guiados por una estrella para adorar al niño Dios. Y allá en lo alto el siniestro castillo de Herodes donde se trazan planes para matar a todos los inocentes recién nacidos en el pequeño pueblo de Nazaret. Esa es la teatralización de la leyenda, según nos la contaron dos de los cuatro evangelistas (Mateo y Lucas) y así la hemos de respetar.

Pese a su extraordinaria influencia en la historia, Jesucristo no fue un personaje histórico y su supuesto nacimiento no está registrado en las crónicas más fiables de su tiempo. Con todo y eso, la figura que nos describen los evangelios es la de un hombre fundamentalmente bueno, sabio y caritativo, que se ofreció a morir por la libertad del resto de los humanos. ¿Cómo se puede estar en contra de prototipo tan admirable? Abundando en esa idea, he leído estos días un articulo de Manuel Fraijó, catedrático emérito de Filosofía, en el que recuerda el elogio que de la figura de Jesucristo ("Un hombre bueno en toda la extensión de la palabra") hace el filósofo marxista Ernst Bloch. Un elogio, dice Fraijó, que era corriente encontrar presidiendo un belén en más de una iglesia alemana moderna. "El establo, el hijo del carpintero, el predicador entre gente humilde, y el patíbulo al final son resultado del material histórico y no fruto del material dorado preferido de la leyenda", escribía el filosofo marxista. La reflexión de Bloch podría llevarnos a plantear la polémica ( muy sugestiva por otra parte) de si en la historia fueron más aleccionadoras de la moralidad humana las figuras surgidas de la leyenda, o de la literatura, que aquellas que protagonizaron la realidad. Y no hay aquí demasiado espacio para desarrollarla. En cualquier caso, pasados más de veinte siglos la violencia sobre los territorios que representa el belén no solo no ha desaparecido sino que va en aumento.

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