El presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, ha pedido al Gobierno regional que le proporcione los datos de la inversión autonómica por islas en 2015, adelantando que a su modesto y pío entender debe privilegiarse el equilibrio inversor entre las islas. Este recurso para ganar estatura patriótica y titulares afectuosos es más antiguo que el bidé, aunque no siempre igualmente limpio. Alonso demuestra mucha paciencia, sinceramente, porque entre sus directores insulares y sus cargos de confianza se encuentra gente con experiencia en el Gobierno de Canarias que es perfectamente capaz de analizar los presupuestos generales de 2015 e incluso de insularizar las inversiones y presentarle un informe pinturero en menos de quince días. El presidente del Cabildo no necesita, por tanto, que el Gobierno le facilite datos, cifras o porcentajes como si fueran misterios gnósticos cuyo acceso está vedado a los simples mortales.

Sí, simples mortales. Este modo de ganar espacio político, este ajado pero persistente estilo de dictar la agenda pública y, supuestamente, ganar enteros entre la clientela electoral es ya puro anacronismo y presupone, en efecto, que entre los ciudadanos la mayoría está formada por un bloque compacto de simples de mollera y pobres de espíritu. Lo suficientemente pobres para seguir suscribiendo la imagen del presidente del Cabildo como un señor de barba o bigote que defiende a Tenerife por encima de todo y está dispuesto a escudriñar hasta el último céntimo que se invierta -a veces conviene decir que se invierta, otras que se gaste- en territorios que no son tinerfeños, como, por ejemplo elegido al azar, Gran Canaria. Y en última instancia, ¿qué significa la expresión "equilibrio" en este caso? ¿Qué se gaste -perdón, se invierta- exactamente lo mismo en Tenerife que en Gran Canaria? ¿Por qué centrar la atención -esta atención de campanario- precisamente en el gasto o la inversión y no en los ingresos igualmente? ¿Y el territorio, y la población, y la situación asistencial y las infraestructuras? ¿El Cabildo invierte (o gasta) lo mismo en todos los municipios? ¿De veras que es sostenible este fervor de menceyato, esas advertencias más o menos solapadas de promover inestabilidad institucional, está concepción del gasto y la inversión pública basado en la parroquia como máximo argumento técnico? ¿Se puede gobernar así este país atlántico o la gente -la mesocracia que vive en las capitales, con un nivel formativo medio y alto y mayoritariamente menores de 50 tacos: los que cada vez votan menos a Coalición Canaria- sin riesgo de quedarnos atrapados en este pliegue terruñero, quejicoso y alimentado por el agravio? No es necesario únicamente cambiar las caras y renovar las candidaturas; resulta imprescindible cambiar de actitudes, de estilos y de reglas de juego. Toquetear obscenamente cualquier insinuación insularista no ayuda ni a la gobernabilidad ni a la prosperidad de Canarias. Casi todos estamos realmente hartos de esta infinita majadería.