Cuando estallan en todas las televisiones del mundo ese tipo de catástrofes que algunos se empeñan en llamar humanitarias cuando sólo son humanas, demasiado humanas, me acuerdo de otras cosas, de otros pueblos y de otros lugares. Llevamos varios meses ya, años, con los sirios que solicitan refugio y hacen lo imposible por llegar a las puertas de Europa. La vida no la ponen en riesgo, porque en su país de origen ya se la han robado: buscan sobrevivir y se convierten en muertos vivientes gracias a la burocracia de la Unión Europea. Como una cosa siempre lleva a la otra, estos días me acordé de los mayas, de los mayas de Guatemala, en concreto, a los que conocí y admiré en julio de 2002. ¿Qué habrá sido de ellos? Sometidos primero al encontronazo con nuestros antepasados hace quinientos años, y después, a múltiples desastres, exterminios y guerras civiles, los mayas de Guatemala sobreviven con sus costumbres, sus artesanías, su agricultura, sus colores y hasta su lengua propia, el kaqchitel, que en realidad son varias. También han incorporado como propio, sobre todo en el norte del país, el cultivo de la palma lo que ha permitido explotar zonas totalmente desforestadas y yermas. Todo esto lo puede encontrar cualquiera en la red, con interesantes vídeos y declaraciones de los mayas sobre sus costumbres agrícolas y sus nuevas incorporaciones. En definitiva, parece que los mayas sobreviven pese a quien le pese, lo cual es toda una esperanza para la humanidad, y para ellos. Los conflictos son humanos, las soluciones también deben serlo, sin intensificar ningún tipo de solución drástica, integrando tradiciones e incorporando nuevas prácticas, agrícolas o industriales, y manteniendo esa rica artesanía que tanto me gustó. Es muy triste que solo cuando arde algo en las otras esquinas del mundo, nos acordemos de otras gentes que hace mucho dejaron de salir en los telediarios. A Latinoamérica le suele pasar con frecuencia, sobre todo a los países que conforman su franja central. Parece que solo los conflictos son noticia, y no es que lo parezca, es tal cual, por el tipo de información que se consume, más bien que se da a consumir. Lo fácil es relatar la catástrofe, ella sola se cuenta. Más difícil es contar que algunas cosas que pasan son buenas. Un viejo colega colombiano lo intentó una vez, muy convencido, con una revista, Positiva. Se arruinó, por supuesto.