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Bruselas como capital de Eurabia

La Unión Europea, último producto -sin duda muy positivo- de la reacción frente a aquella Europa de las guerras mundiales se ha pasado de frenada y ahí está la capital de todos, Bruselas, convertida en territorio sin ley porque unos no la cumplen y otros la cumplen pero, ya es absurdo, mejor sería no cumplirla.

Me refiero, claro, a lo vivido y sabido tras los últimos atentados terroristas en el corazón del viejo continente. Resulta que la policía no realiza interrogatorios continuados de más de una hora de duración para no cansarse. Supongo que no les deja el sindicato o la asociación correspondiente ir más allá en intensidad. O para no agotar al interrogado ya que en tal caso además de un trato inhumano -presuntamente, claro- se incurriría en una obvia vulneración de derechos fundamentales que arruinaría todas las instrucciones y diligencias. Quizá tampoco el sindicato de jueces o el gremio correspondiente o lo que sea permita a los magistrados superar un determinado espacio de tiempo. Tras el ocaso, tampoco se puede interrogar. Ni está permitido entrar en un domicilio sin más, para realizar un registro o una detención, aunque se esté ante flagrante delito.

Como de lo que se trata es de terroristas de la peor especie, o al menos de presuntos asesinos con esa etiqueta, las cautelas y la garantías se convierten en el mejor aliado de los criminales.

Un salvaje que no duda en poner una bomba en el metro lleno de gente le echa desvergüenza al trance y convierte un interrogatorio, tan importante para ir de frente a la verdad y detener a más asesinos, en una broma de pésimo gusto y totalmente inútil.

Solo faltaría que a los fundamentalistas hiperviolentos los aforen más o menos veladamente o que, realizando una extravagante interpretación de la libertad de creencias, se otorguen aún más ventajas a unos tipos que ni pestañean cuando matan.

Bélgica es un Estado fallido no solo porque está dividida irreconciliablemente en dos territorios o en tres, si se considera Bruselas como algo aparte -en cuatro realmente, ya que los eurócratas son toda una nación a su aire y lujos- no solo por todo eso, decía, sino porque nació como tal, como ficción, en la primera mitad del siglo XIX. Y de aquellos polvos estos lodos. Como no tiene identidad vale para capital de Europa -una elección que no molestó a nadie- pero también sirve como polis de Eurabia entendida como territorio de extremistas que tienen como horizonte final la eliminación de todo aquello que no les gusta.

El terrorismo como la guerra -cada día están más enlazados- hunde la seguridad y la libertad a cotas bajo cero. Las medidas legales y fácticas para evitar y reprimir el crimen en masa no provocan una falta de libertad en los ciudadanos -como dice siempre el coro de oportunistas que está a todas- porque, insisto, en ese momento, con las bombas aún humeantes, seguridad y libertad están ya en cotas negativas. Cualquier medida, por dura y restrictiva que sea, aumenta la seguridad y la libertad, salvo que las fuerzas del orden se pongan a disparar a los ciudadanos por las calles, hipótesis absurda que jamás se da.

Los juristas de moda, los filósofos oficiales y los comentaristas de copete siempre saltan, tras un atentado, con el mismo mantra, previniendo alarmados: a la ley y a sus ejecutores no se les debe ir la mano, sería peor el remedio que la enfermedad.

Falso. No cabe peor enfermedad que el terror y la estupidez de Bruselas.

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