Quitando de la lista a los primos portugueses de Madeira y Porto Santo, nuestros vecinos más cercanos son Marruecos, Mauritania y Senegal. Solo hay que mirar el mapa. Estos tres países tienen extensas fachadas que asoman al Atlántico, justo enfrente de Canarias. Cualquier observador curioso, observando la localización de nuestro archipiélago respecto al continente africano, debería suponer que existe una relación fluida de personas entre esa avanzadilla insular de Europa y los Estados africanos cercanos que, con toda lógica, tenderían a visitarse mutuamente. También debería pensar que existe un comercio continuo de toda clase de mercancías en ambas direcciones que enriquecería tanto la economía insular como la respectiva del país africano. Y muy posiblemente también aventuraría la existencia de un intercambio bilateral de tecnología europea y recursos naturales limpios, dada la existencia de sol garantizado, mareas incesantes y vientos constantes en la zona.

Pero no. No hay nada de eso. Ni intercambio fluido de personas, ni comercio continuo ni intercambio de tecnología y recursos naturales. Canarias mira hacia el norte. Su visión se desvía en una curva oblicua, evitando el continente, en dirección a la Península y a Europa. Las razones de esta situación son muy variadas. No vamos a desgranarlas de modo exhaustivo en estas líneas, ya habrá tiempo de profundizar. Baste incidir en dos de ellas: por un lado, Canarias no mira a África porque lleva doscientos años sin hacerlo. Salvo la pesca en el banco canario-sahariano, nada hubo de interés en las costas africanas que animase el contacto. Muy lejos queda la época, más de trescientos, cuatrocientos años, en que los canarios comerciaban con las tribus bereberes y saharauis de aquellas playas de modo periódico, casi continuo. La segunda razón es que esa inercia secular de no mirar al vecino, alentada y apoyada durante todo el siglo veinte, es muy difícil de vencer. En una economía en que los productos canarios, subvencionados, tenían su mercado en Europa, ¿para qué molestarse en buscar nuevos mercados, aunque fueran más cercanos?

Sin embargo la crisis de 2008 ha obligado a replantearse muchas cosas. Los dos millones de canarios no pueden vivir exclusivamente del turismo y de la subvención, ya que no hay el mismo dinero que antes y, con toda probabilidad, no lo va a volver a haber. Una de las reflexiones que se han hecho los políticos canarios es ¿por qué no buscamos mercados en nuestro entorno? ¿No ahorraría costes la cercanía? ¿No son los países cercanos posibles clientes de productos canarios y europeos que desde aquí podemos venderles?

La respuesta lógica, mirando el mapa, es concluyente. Canarias debe buscar nuevos mercados en sus vecinos más cercanos. ¿Quiénes? No hay que irse muy lejos: Marruecos, Mauritania y Senegal. La siguiente pregunta cae por su propio peso. ¿Por qué no se hace ya? ¿Es que no es fácil? Y en la pregunta está la respuesta. No es fácil. No es nada fácil, en realidad.

Existen tres problemas fundamentales que dificultan el tráfico con esos países. En primer lugar, la conectividad. El transporte aéreo permite el desplazamiento de personas pero apenas cubre el tráfico de mercancías. Las conexiones marítimas son caras (es más barato desde la Península) y los puertos de destino son limitados. En segundo lugar, los problemas derivados de la dificultad para nuestros vecinos de obtener un visado español, lo que impide movimiento económico de personas hacia Canarias. Y en tercer lugar, la falta de instrumentos de ayuda a la implantación de las empresas canarias en esos destinos que favorezcan el interés empresarial, interés que ya existe, instrumentos que logren vencer el recelo y la desconfianza que genera un territorio desconocido.

Cuando se puedan vencer esos tres problemas, Canarias comenzará a mirar a África.

(*) Director jurídico de la consultora BMG África. gambin@bmgafrica.com